Teoria de las ideas de platon
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LA TEORÍA DE LAS IDEAS DE PLATÓN
Aunque inicialmente la filosofía de Platón respondía a inquietudes políticas, el debate con los sofistas lo condujo a problemas epistemológicos y ontológicos. Platón quería superar el relativismo y el escepticismo sofista, sobre todo por sus gravísimas consecuencias prácticas y políticas. Como Sócrates no había escrito nada, Platón en los primeros diálogos -siendo fiel a su maestro- intenta llegar a acuerdos en relación con determinados conceptos. La objetividad de tales conceptos se basaría en el reconocimiento mutuo de su racionalidad, de su correcta definición en tanto que aceptada por los interlocutores que dialogan. A su vez, tal reconocimiento supone: 1) que tiene sentido preguntar qué es; 2) que la definición que se da como respuesta trata de ser el conocimiento posible de “lo que es”.
Platón, por tanto, va más lejos que Sócrates: construye una ontología, es decir, una teoría de Ser. Esa ontología (metafísica) es su teoría de las ideas. Para Platón el verdadero ser de una cosa que se nos presenta a los sentidos, no es esa misma cosa sensible, sino su determinación ontológica. Por ejemplo, el verdadero ser de un árbol no es ese árbol que hay frente a nosotros en cuanto sensible, sino el ser árbol en cuanto concepto, en cuanto idea. Un árbol que vemos o tocamos nace y muere, mientras que la idea de árbol permanece. Cuando queremos saber qué sea una cosa todo lo que podemos decir de ella son conceptos universales. Por ejemplo: esto es una mesa (mesa es un concepto universal que vale para todas las mesas); esta mesa es verde (verde es un concepto universal que vale para todas las cosas verdes); y así con todo lo que podamos decir y pensar de este objeto sensible. Lo que tiene de particular es lo incomunicable: es lo que tiene de sensible, de cambio, de devenir; para Platón, de no-ser. Lo que tiene de ser lo debe a su participación en conceptos universales que no cambian, es decir: que las cosas sensibles son en cuanto que participan de las ideas.
Cualquier cosa (por ejemplo un dedo) es grande y no grande, depende de con lo que lo comparemos. Sin embargo, el concepto grande no puede dejar de ser lo que es, es decir, dejar de ser grande. Una cosa puede ser una (por ejemplo un bolígrafo) y no una, es decir, ser muchos, en cuanto que tiene partes y puede ser infinitamente divisible (por ejemplo, las distintas partes de un bolígrafo). Sin embargo la idea de uno no puede entrañar la multiplicidad. Las cosas, en sí mismas, no tienen los rasgos de la identidad y autorreferencialidad, necesarios para pensarlas y comunicarlas; y por lo tanto, en cierto modo no son. Las cosas no tienen otro ser que el de la idea; sólo son en cuanto que participan de las ideas. El auténtico ser, por tanto, no son las cosas, sino las ideas.
El valor y la objetividad del conocimiento se basan en Platón en que el verdadero ser de las cosas no es cambiante, sino que permanece; no está sometido al devenir temporal. Sólo podemos conocer algo que sea idéntico y estable; parece que la razón rehuye el devenir y el movimiento sensible. Por lo tanto el verdadero ser de las cosas, las ideas, no es objeto de nuestro mirar sensitivo, sino de nuestro mirar intelectivo.
Platón marca la diferencia entre el conocimiento sensitivo, que es un conocimiento de meras imágenes cambiantes, es decir, de lo que no es verdaderamente, y el conocimiento intelectivo, que tiene por objeto lo que verdaderamente es (las ideas). Las cosas son percibidas; las ideas son pensadas. La diferencia entre ambos tipos de conocimiento se corresponde con la distinción entre objetos sensibles, que no son verdaderamente - lo cambiante, que nace y perece, lo múltiple y contingente-, y que constituyen lo que Platón llama el Mundo sensible (visible); y por otro lado, objetos inteligibles, permanentes y estables, que son verdaderamente, y que forman el Mundo Inteligible. Los seres que vemos o tocamos sus cuerpos (un árbol, una piedra…) son imágenes de lo que es verdaderamente (idea de árbol, idea de piedra…).
Pero además de este tipo de ideas, que determinan los diferentes tipos de cosas, Platón entiende que hay determinaciones ontológicas fundamentales, que no definen un tipo de ente (árbol…) a diferencia de otro tipo de ente (piedra…), sino que determinan todo ser todo ser en cuanto es: así la idea de belleza o la idea de Bien. La idea de hombre determina o define el ser de todo hombre a diferencia de la idea de árbol, que determina el ser de cada árbol. Pues bien, la idea de Bien, que es la determinación ontológica fundamental, no determina el ser de ningún tipo especial de entes, sino que es mucho más; es aquella idea por la que es todo lo que es, y por la que todo lo que es, es conocido.
Para Platón, el camino del verdadero conocimiento es el desarrollo de un proceso que va desde las imágenes sensibles u objetos sensitivos a las ideas u objetos inteligibles, y de éstas a la idea del Bien. Sin embargo, tales ideas no son el resultado del proceso, sino que por el contrario, el proceso tiene sentido por el valor previo independiente que tienen las ideas. No se trata de que cuando conocemos construimos o formamos las ideas, sino que por el contrario, cuando descubrimos las ideas, conocemos. Las ideas no son representaciones o contenidos solamente mentales, no son sólo algo pensado, sino que escapan a esa dimensión subjetiva y ocupan otro lugar ontológico independiente: son estructuras universales que permiten que podamos conocer y pensar.
Pero si mediante la percepción no accedíamos a la realidad auténtica (el Mundo Inteligible, las ideas), sólo podemos conocer porque en el fondo de la propia existencia está la verdad; pero está como dejada atrás, como olvidada. Si la verdad es ahora la idea, y si la relación del hombre a la idea es un “ver”, entonces la actitud del hombre consistente en asumir la verdad, será ahora “ver la idea”; noein significa aquel “ver” en lo que se ve es la idea; esto se traducirá por conocimiento superior en el sentido de conocimiento de la esencia: episteme (ciencia). En cambio, al “ver” simplemente referido a la cosa lo llama aisthesis (sensación); que se traduce como conocimiento inferior o conocimiento de la cosa: doxa (opinión).