El régimen franquista (1939-1959)

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1-EL NUEVO RÉGIMEN. FUNDAMENTOS IDEOLÓGICOS.- El régimen era una dictadura personal (puede calificarse como fascista) caracterizada por la concentración de todos los poderes en Franco; todas instituclones le estaban subordinadas y sus miembros lo eran gracias a la voluntad del Caudillo, cuya figura se fue rodeando de una serie de símbolos y lemas encaminados a resaltar su liderazgo y su papel providencialista (Francisco Franco, Caudillo de España por la gracia de Dios; "sólo responsable ante Dios y ante la Historia").
Ideológicamente, el régimen se apoyó en las llamadas familias del régimen (Ejército, Iglesia y Falange) y se cimentó sobre los esquemas que ya se habían difundido durante la guerra:
a)Anticomunísmo, extendido a todos los llamadosrojos (desde la extrema izquierda revolucionaria hasta la burguesía democrática). A partir de 1950, cuando el régimen fue admitido en las organizaciones internacionales, la propaganda se concentró en el mensaje anticomunista, acorde con la situación de guerra fría. b)Identificación de la dictadura con el catolicismo; se ha generalizado el términonacionalcatolicismo para denominar al régimen. Desde e! inicio, el dominio que la Iglesia (la jerarquía católica se identificó con los sublevados en la guerra, bautizándola como Cruzada) ejerció sobre la vida social de la España franquista fue absoluto: influencia en la educación, censura de los medios de comunicación, moral católica, rituales. c)Tradicionalismo, en parte derivado de las ¡deas aportadas por el carlismo, pero sobre todo arraigado en valores militares que ponían la unidad de la patria como valor sagrado. Las referencias alImperio eran constantes. La autonomía de las regiones ("separatismos") se tildó de "antiespañola"; las señas de identidad de las regiones fueron aplastadas. El régimen era antidemocrático: la democracia parlamentaria se presentaba como
inferior a lademocracia orgánica, propia del franquismo, basada en "la familia, el municipio y el sindicato". d)Los símbolos militares y la organización castrense impregnaron muchas manifestaciones de la vida cotidiana, desde la radio y la prensa, la educación, desfiles, etc..
El Estado franquista fue respaldado por los grupos sociales que apoyaron la sublevación militar de 1936: grandes terratenientes, empresarios industriales, financieros, pequeña burguesía provinciana y el campesinado católico del centro y norte del país. La dictadura fue extraordinariamente larga y, pese a un aparente inmovilismo, el régimen se fue acomodando y adaptándose a las cambiantes circunstancias internacionales, con maniobras para "maquillar" la imagen autoritaria del régimen: en 1942 se promulgó la Ley Constitutiva de las Cortes, que establecía una cámara elegida por sufragio indirecto por las corporaciones y por el propio Franco; las Cortes no representaron nunca la soberanía nacional, se limitaban a aprobar por aplastante mayoría o unanimidad los borradores de las leyes; Franco conservó siempre la plena potestad legislativa.
De 1945 es el Fuero de los Españoles, una declaración de derechos y deberes, reafirmando el carácter tradicionalista y católico del sistema. La Ley de Referéndum Nacional (1945) permitía al Jefe del Estado convocar un plebiscito para que el pueblo aprobara directamente una ley. La Ley de Sucesión a la Jefatura del Estado (1947) definía el régimen como un "reino" y autorizaba a Franco a proponer a su propio sucesor.


2. REPRESIÓN, GUERRILLA y EXILIO.- El ejercicio del poder se vio acompañado en los años iniciales del franquismo (en realidad, durante toda la dictadura) de una fuerte acción represiva. La represión pretendía imponer un escarmiento colectivo a quienes se habían opuesto al Alzamiento o cuestionaban el nuevo orden y anular cualquier tipo de resistencia. Se asentó en medidas promulgadas durante la Guerra civil (Ley de Responsabilidades Políticas y Ley de Depuración de Funcionarios) y en la inmediata posguerra: Ley de Represión de la Masonería y el Comunismo y Ley para la Seguridad del Estado. Se calcula que entre 1939 y 1945 fueron ejecutadas entre 35.000 y 50.000 personas; todavía se están descubriendo fosas en la actualidad en distintos lugares de España. En ese mismo período, casi 300.000 españoles estuvieron presos (los campos de concentración del franquismo, la redención de penas por el trabajo) y numerosos funcionarios, en especial maestros y profesores, fueron depurados. La represión estuvo muy presente en la vida cotidiana (delaciones, recelos, certificados de buena conducta...) y los vencidos vivieron un ambiente de miedo e incertidumbre. Los medios de comunicación (radio, prensa, libros) estaban controlados y censurados. Se trataba de un Estado policial militarizado, con tribunales militares, restablecimiento de la pena de muerte y un incremento de las fuerzas de orden público.
En muchos lugares de España (Asturias, León, Cantabria, Pirineos, Andalucía, Extremadura, etc.) se organizaron, desde antes incluso de que finalizase la Guerra Civil, grupos de "fugaos" que constituirían después partidasde guerrilleros, organizadas con el objetivo de seguir combatiendo contra la dictadura; son los llamados "maquis". Confiaban en que la derrota del fascismo en la II Guerra mundial traería consigo el final de la aradura en España, con el apoyo de las democracias europeas. Muchos, que se habían exiliado al acabar la Guerra civil, lucharon en los movimientos de resistencia contra el fascismo en Francia (otros acabaron en campos ce concentración) y, al terminar la II Guerra mundial, volvieron a España para unirse a los "maquis" que ya estaban aquí. Algunos resistieron hasta 1950, en una lucha heroica.
Además, unos 450.000 españoles partieron al exilio, primero a Francia y luego muchos de ellos a Iberoamérica; se fueron muchos de los mejores intelectuales y científicos de España, perdida irrecuperable para la cultura española del siglo XX. Una parte considerable de ellos acabaron regresando a España y se convirtieron en una especie de exilio interior, pero algo menos de la mitad se convirtieron en una emigración permanente. La caída de Francia en manos de los alemanes (junio 1940) tuvo como consecuencia que una parte de esos exiliados políticos fueron devueltos a España donde sufrieron cárcel o ejecución (Companys, Zugazagoitia...); otros acabaron en campos de concentración (sobre todo Mauthausen -Austria-), donde murieron más de 7.000.



3. LA COYUNTURA INTERNACIONAL.- Al final de la guerra civil, se firmó el Acuerdo de asociación al Eje Berlín-Roma-Tokio, alianza totalitaria que vincularía a España a las potencias fascistas. Franco, al comienzo de la guerra, adoptó la no beligerancia; los falangistas tenían primacía en el Gobierno, con Serrano Suñer dirigiendo la política exterior y la construcción ideológica del régimen. Esta línea filofascista estuvo vigente hasta 1942 y, cuando Alemania atacó la URSS -1941-, se constituyó la División Azul, unidad de voluntarios al mando de Muñoz Grandes. A partir de 1942, las primeras derrotas alemanas provocaron una línea más distante: Serrano Suñer fue sustituido por el general Jordana como ministro de Asuntos Exteriores y la diplomacia española inició un progresivo giro hacia los aliados; en octubre de 1943, Franco declaró la neutralidad.
En 1945, con la victoria aliada, la posición de la dictadura se hizo muy difícil: las democracias se pronunciaron contra Franco por su apoyo a los fascismos en la guerra. Disminuyeron los falangistas en el Gobierno y aumentó la presencia de católicos, pero los aliados se negaran a aceptar la entrada de España en la recién creada ONU (1945); el aislamiento había comenzado (desde 1946 a 1951). Sólo la importación de petróleo estadounidense (EE.UU. procuraba evitar la ruptura total con un país importante desde el punto de vista estratégico) y los acuerdos comerciales con Argentina (suministraba trigo), permitieron la supervivencia del régimen.
A partir de 1948, la situación internacional cambió favorablemente para el régimen. El enfrentamiento entre los EE.UU. y la URSS se hizo patente y la imagen de anticomunista del Caudillo encajaba muy bien en la guerra fría que se iniciaría en 1947; círculos económicos, políticos y militares de EE.UU. presionaron para poner fin al bloqueo. En 1950, cuando ya se habían iniciado negociaciones con el Vaticano y con EEUU, la ONU levantó la retirada de embajadores y autorizó la entrada de España en organismos internacionales.
Pero el proceso fundamental de ruptura del aislamiento internacional radicó en la negociación con EEUU para un acuerdo económico y militar (con Truman las negociaciones fueron difíciles, pero la entrada de Eisenhower en 1953 aceleró la firma del tratado). El 26 de septiembre de 1953 se firmaba el Tratado hispano-estadounidense, compuesto de tres acuerdos, uno económico (casi 1.200 millones de $), otro de asistencia técnica y otro defensivo. Este último significaba el establecimiento durante 10 años, prorrogables por otros dos períodos de 5 años, de bases de utilización conjunta, bajo teórica soberanía española, por parte de ambos ejércitos: Torrejón de Ardoz, Zaragoza, Morón y Rota.
También se firmó en 1953 un nuevo Concordato entre el Vaticano y el Estado español: confirmaba el derecho de presentación de obispos por el dictador, la financiación estatal de la Iglesia y amplias competencias de la Iglesia en educación. Fue otro elemento de reconocimiento internacional y de reafirmación de la alianza que la Iglesia mantenía con el franquismo. España reconoció en 1956 la independencia de Marruecos, iniciando el proceso de descolonización del Protectorado, conforme con los principios de la ONU, organización en la que España había ingresado en 1955.

4. LA AUTARQUÍA ECONÓMICA.- La primera consecuencia de la guerra fue la caída demográfica, que influiría más tarde en la caída de la natalidad; se habla de unos 500.000 muertos, a los que habría que añadir unos 50.000 ejecutados tras la guerra (unos 90.000 habían sido ejecutados en la retaguardia del bando "nacional" durante la guerra y unos 70.000 en zona republicana). Hasta 1945 (aún había 39.000 cautivos), 300.000 presos permanecieron en las cárceles y campos de concentración franquistas, contribuyendo a la reconstrucción de obras públicas, de carreteras o vías férreas, edificación del Valle de los Caídos, etc.
La guerra fue desastrosa para la economía del país; la Hacienda Pública estaba arruinada, la destrucción de recursos económicos e infraestructuras era incalculable; la cabaña ganadera se redujo en un 60 % y la producción agrícola bajó un 25 %. Por ello, en 1939 la prioridad del régimen era la reconstrucción del país, arruinado demográfica y económicamente. Los años cuarenta fueron los "años del hambre"; el estancamiento económico duró toda la década (la renta de 1935 sólo se recuperó iniciada la década de los 50). El hambre de una gran mayoría de la población, por el hundimiento de la producción agraria, obligaba al racionamiento: las cartillas de racionamiento se establecieron en 1939 (primero con carácter familiar y, a partir de 1943, de forma individual) para garantizar el suministro semanal de los bienes más necesarios, a un precio oficial (tasa); pero la realidad cotidiana estuvo marcada por la intermitencia del abastecimiento, la constante reducción de las raciones y la pésima calidad de los alimentos distribuidos. En los cuerpos escuálidos de los españoles (niños y ancianos, ante todo), se cebaron las enfermedades: tuberculosis, difteria, sarna, tifus, etc.
En esta situación, el régimen, por influencia de los fascismos, adoptó una política económica autárquica: sostenía que los recursos propios eran suficientes para garantizar el autoabastecimiento del país. Esta pretensión, reforzada por el aislamiento al que fue sometido Franco, conllevó el reforzamiento del proteccionismo aduanero y el intervencionismo oficial en el sistema productivo: ley de Protección de la Industria Nacional, seguida de la creación, en 1941, del INI (Instituto Nacional de Industria), fundación de RENFE y el Servicio Nacional del Trigo (al que había que entregar el excedente de la cosecha).
Ese régimen reglamentista impedía actuar libremente a los agentes económicos: debía pedirse licencia para cualquier inversión industrial, se canalizó a través del Estado cualquier permiso de exportación o importación. Los índices de producción agraria e industrial permanecieron hundidos, así como la renta nacional y la renta per cápita. Y en un país hambriento surgió un entramado de enriquecimientos fáciles mediante el "mercado negro", el estraperlo, de todos los artículos de consumo. El estraperlista (influencias en altas jerarquías del Ejército, Falange o la Administración) era el intermediario que, burlando la vigilancia policial, hacía de puente entre productor y consumidor. Las concesiones de licencias de importación, exportación, construcciones, fabricación de ciertos productos y suministros al Estado, se hacían mediante corruptelas. El resultado fue la proliferación de nuevos ricos, personajes cercanos al poder, adictos al régimen o pertenecientes a familias influyentes.
En 1950, estaba claro que la autarquía había sido un fracaso: no había podido terminar ni con el hambre ni con las cartillas de racionamiento. En 1951 se produjeron huelgas en Barcelona, País Vasco y Madrid, cuyo motivo fue la subida de las tarifas del tranvía; la protesta expresaba el malestar de la clase trabajadora por la subida de los precios, mayor que la de sus salarios, sin que disminuyeran las largas jornadas de trabajo.
El giro de la política económica se inició en 1951, inspirado por el principal consejero de Franco, Carrero Blanco: en 1952, cuando ya habían comenzado a llegar las ayudas norteamericanas, se decretó una liberalización parcial de precios, comercio y circulación de mercancías, coincidente con una buena cosecha, lo que permitió terminar con el racionamiento. Se inició un período de expansión de la producción y crecimiento del sector industrial; las ayudas norteamericanas permitieron aumentar las importaciones de bienes de equipo, imprescindibles para el desarrollo industrial. La entrada en funcionamiento de las centrales eléctricas construidas por el INI ayudó a terminar con el racionamiento energético.

Pero este asomo de prosperidad declinó a partir de 1955, volviendo las huelgas y protestas. En 1957 s< remodeló el gobierno: dos tecnócratas del Opus Dei, en los ministerios de Hacienda y Comercio, dieron un gire radical a la política económica; esa reforma económica (Plan de Estabilización), aprobada en 1959; era un plan de estabilización típico, siguiendo directrices del FMI y el Banco Mundial (España había ingresado en esos organismos en 1958), liberalizando la economía con: supresión de trabas burocráticas, reducción de salarios y el dinero en circulación, devaluación de la peseta para favorecer las exportaciones, recorte del gasto público y apertura de la economía española a las inversiones y al comercio internacional; se produjo una entrada masiva de capitales de las multinacionales en sectores clave, especialmente el energético.


 


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