Análisis de Hume sobre la Causalidad y sus Implicaciones

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Podemos aceptar la verdad segura de las cuestiones de hecho que hablan de un hecho presente, incluso aceptar la verdad segura de las cuestiones de hecho pasadas de las que conservamos memorias, pero, acerca de los hechos futuros, esta se basa en la relación de causalidad, dado que sobre esta se asienta la previsión de la realidad futura que hacen las ciencias que hablan de la realidad.

Lo que tradicionalmente se entiende por causalidad es una conexión necesaria entre los sucesos, de modo que, por inspección del primero, podríamos anticipar que ocurriría el segundo con seguridad. Según el análisis de Hume, lo único que cabe encontrar en eso que llamamos sucesos relacionados por la causalidad es la sucesión y contigüidad, pero no podemos encontrar un tercer suceso que una esos dos. Lo que ocurre es que la repetida experiencia de esa sucesión y contigüidad, genera en la mente una costumbre o hábito, costumbre por la que luego pensaré esos dos sucesos como unidos de manera que la experiencia del primero lleva a imaginar o creer que ocurrirá el segundo. De este modo, la única descripción adecuada de la causalidad es que la presenta como una creencia derivada del hábito basado en la sucesión y contigüidad o conjunción constante. La creencia en que los hechos futuros seguirán siendo semejantes a los hechos pasados es útil para la vida; la seguridad dice que esta creencia es suficiente para la ciencia natural. Ahora bien, esta descansa en la experiencia repetida y en la propensión natural, pero no en la necesidad. Además, esta legitimidad que tiene el principio de causalidad como creencia, se limita solo a relacionar impresiones, de modo que no puede justificarse en ella la relación entre impresiones y aquello de lo que nunca tuvimos impresión. Por lo tanto, el principio de causalidad no sirve para demostrar la existencia del mundo exterior, de la causalidad o de Dios. Además, la idea del yo como sustancia idéntica no deriva de impresión alguna y es entendida como ilusión derivada de la memoria. Desde el punto de vista filosófico, no cabe, pues, decir que conocemos un yo, ni una realidad externa a las percepciones, ni un Dios.

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