Análisis de un texto lírico y poético

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El carácter literario del texto es evidente por su tono poético y lírico. Pretendió elaborar una poesía cercana que permitiese esa comunión necesaria del “yo” lírico con la sociedad, con los otros. No abundan los recursos literarios, el poeta rehuyó los excesos formales para dar cabida al poder emotivo de la palabra. El autor expresa sus ideas, sentimientos y anhelos más íntimos y personales de forma subjetiva. En este caso el sentimiento predominante es la búsqueda de la libertad en toda su extensión para lo cual ha de contar con la solidaridad de todos los desamparados de la tierra. Estamos, pues, ante un texto de género lírico tanto por su contenido como por su forma métrica (una silva).

Funciones del lenguaje y recursos estilísticos

Las funciones del lenguaje más destacadas son la emotiva o expresiva (emisor) y la función estética (forma del mensaje). Como ya apuntamos, el poeta expresa sentimientos o emociones –a veces de forma contenida- centradas en el anhelo de libertad y la esperanza de un mundo más justo. También la emoción relacionada con la muerte está presente (Que me entierren en ella, v. 3 o Y cuando mis palabras se liberen / del combate en que muero y en que vivo, vv. 14 y 15).

Recursos estilísticos

Entre los recursos estilísticos más destacados podemos encontrar: el empleo recurrente del hipérbaton que pone de relieve ideas y conceptos claves. Lo observamos en los versos 6 y 7 que destacan la presencia de los otros, así como en el verso 16, que evoca la imagen de la esperanza (“la alegría del mar”). Otros recursos estilísticos como la elipsis del verso 3 (quiero “Que me entierren en ella”) y la antítesis del verso 15 (“del combate en que muero y en que vivo”) no hacen sino reiterar la contundente fuerza expresiva del poeta que busca ante todo hacer de la palabra el reclamo de la libertad.

El yo lírico y la solidaridad

Frente al yo lírico del poeta que se observa desde los primeros versos, encontramos igualmente la mención del nosotros y que actuará de refuerzo del yo lírico. Esa mención del nosotros de los que forma parte el propio poeta porque estarán con él siempre, lo encontramos en las metáforas y en las metonimias de los siguientes versos: en el verso 7 en el que tienen cabida los esperanzados (“horizontes y manos de esperanza”), en el verso 8 y 9 en los que el sufrimiento pasa a primer (“aquellos que no cesan/de mirarse la cara en sus heridas”), en el verso 10 y 11 en los que hay una clara alusión a los fuertes de espíritu (“aquellos que no pierden/ el corazón y el rumbo en las tormentas”) y en los versos 12 y 13 que dan el protagonismo a aquellos miles de hombres que sufren persecución (“los que lloran de rabia/ y se tragan el tiempo en carne viva”).

La isla como símbolo de libertad

Es como si el poeta se propusiera reformular de nuevo las bienaventuranzas y exclamar bienaventurados los esperanzados, los martirizados por el sufrimiento, los fuertes de espíritu y los que sufren persecución porque ellos entrarán en el reino de los cielos, entiéndase aquí formarán parte de esa isla, un montículo aislado en medio de un mar que bate sus costas, rompiendo las mordazas y las cadenas de sus habitantes. En este caso la isla se convierte en el símbolo de la libertad para lo cual es consagrada, véase de nuevo las reminiscencias cristianas, cuando todos “partan su pan en esa isla”. Es decir, cuando todos participen de la libertad y actúen en consecuencia. Todos estos versos forman estructuras paralelísticas.

El poeta enarbola también su verso, su palabra, su voz poética y nos hace partícipes de su sueño, de sus anhelos, de su esperanza. Era el momento de la “poesía social” que procuraba abrir espacios para el cambio o al menos mantener viva la esperanza.

En conclusión, no ha muerto la necesidad de manifestar nuestra protesta y nuestro rechazo de la injusticia;

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