El Barroco Español: Culteranismo, Conceptismo y Figuras Clave (Siglo XVII)
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El Barroco Español en el Siglo XVII
El Barroco, en muchos aspectos, representa una vuelta a ciertas actitudes medievales, donde lo natural y lo sobrenatural se entrelazan. La religiosidad se ve a menudo suplantada por la superstición, y florecen los supuestos milagros. En el ámbito social, hay una mayor presencia del pueblo, lo que tiene consecuencias literarias significativas: reaparece el gusto por los romances y el teatro cobra un gran auge.
Tendencias Estilísticas del Barroco
En épocas de menor libertad de expresión, los artificios de estilo tienden a aumentar. Los autores barrocos, utilizando las modalidades de la lengua literaria que el Renacimiento había creado para cada género, prolongan y aumentan la tendencia a exhibir la forma, que ya había comenzado a manifestarse.
Esto da origen a dos grandes movimientos estilísticos: el culteranismo y el conceptismo. Ambos se manifiestan tanto en prosa como en verso. Góngora es el representante más eminente del culteranismo, mientras que Quevedo es considerado el maestro de los conceptistas.
El culteranismo y el conceptismo rompen el equilibrio clásico entre forma y contenido, pero lo hacen de manera diferente:
- Culteranismo (o Gongorismo): Altera el equilibrio dando prioridad a la expresión sobre el contenido. El contenido suele ser mínimo, pero se presenta con un estilo suntuoso, abundante en metáforas, latinismos, voces sonoras, retorcimientos gramaticales y alardes de saber mitológico. El resultado es de gran belleza formal.
- Conceptismo: Busca que el contenido sea denso y complicado, condensando la forma. Procura que las palabras signifiquen dos o más cosas a la vez, generando un efecto de ingenio.
Ambos estilos son complejos. El culteranismo, por las complicaciones formales y sus alardes cultos; el conceptismo, por los conceptos o asociaciones sintéticas que establece entre ideas, a veces muy alejadas.
La Poesía Barroca: Góngora y Quevedo
Los autores más representativos del culteranismo y el conceptismo barroco son, sin duda, Luis de Góngora y Argote y Francisco de Quevedo y Villegas. Góngora y sus seguidores expresan los conceptos con elaborados ornamentos (metáforas, latinismos, referencias mitológicas y retorcimientos gramaticales). Quevedo y los conceptistas emplean un lenguaje más llano, pero su estilo se vuelve complejo por la concentración de significados.
La Obra de Góngora
La obra de Góngora es exclusivamente lírica. Escribe poesía religiosa y, sobre todo, profana, utilizando las estrofas de la época, con versos cortos y largos (romances, sonetos, etc.). Su inspiración se mueve entre dos polos opuestos: el humorístico o burlesco, y el de la idealización refinada. Sus obras maestras son Soledades y Fábula de Polifemo y Galatea.
La Obra de Quevedo
Quevedo compuso abundante poesía, tanto seria como burlesca, que fue publicada póstumamente en el libro Parnaso español. También escribió una novela picaresca, Vida del Buscón, entre otras obras principales.
Al igual que en Góngora, en Quevedo se aprecia una marcada disociación entre el sarcasmo y la profundidad poética y de pensamiento.
La Prosa Barroca: Baltasar Gracián
Junto a la novela picaresca de Quevedo y otros escritos satíricos del mismo autor, en el Barroco se desarrolla un programa didáctico de la mano de Baltasar Gracián. Su obra se orienta a perfeccionar la calidad mundana y espiritual del hombre, en los niveles más altos de la sociedad.
Su obra más importante es El Criticón, una obra que muestra a los hombres su paso por la tierra y su destino final.