Bramante: Arquitecto e Ingeniero General

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Representa la severidad arquitectónica. Sus prometedores comienzos los realiza en las cortes quattrocentistas de Federico de Montefeltro en Urbino y de Ludovico Sforza en Milán. En Urbino adquiere los conocimientos de la perspectiva arquitectónica y en Milán el ideario de los edificios de planta central. Estas experiencias las reelabora a partir de 1500, en Roma, con el estudio de las ruinas, inaugurando un estilo solemne, presidido por la potencia del orden dórico, sin ninguna concesión ornamental.

Su primer trabajo importante en la Ciudad Eterna es para la Corona española. Los Reyes Católicos, en agradecimiento por la Toma de Granada, deciden consagrar en Roma una iglesia a San Pedro, en el lugar donde una piadosa tradición creía que fue martirizado. En 1500 se bendecía esta obra y, de inmediato, el embajador español ante la Santa Sede, Bernardino de Carvajal, encargaba a Bramante un Templete en el patio, con el fin de recordar el punto exacto donde se enclavó la cruz del Príncipe de los Apóstoles. El arquitecto proyecta una rotonda de 16 columnas dóricas, que desde su inauguración en 1502, se convertirá en canon de belleza arquitectónica y en símbolo del estilo clásico.

Un año después era elegido papa Julio II y Bramante recibía el honroso título de «arquitecto e ingeniero general de todos los edificios pontificios». En la servidumbre de este cargo realizará tres grandes encargos: la ampliación del Palacio Vaticano, la construcción del nuevo templo de San Pedro y el trazado de las avenidas que bordean el Tíber. En el Palacio de los Papas pudo dar expresión a un proyecto, cuya amplitud superaba sus sueños. Consistía en unir la residencia de invierno con el palacio del Belvedere, utilizado como pabellón de verano. Ambos edificios estaban separados por 300 metros en declive y este terreno en pendiente le sirvió para articular un conjunto suntuoso, considerado por Vasari «de tan hermosa inventiva, que se cree que desde los tiempos antiguos, Roma no ha tenido nada mejor». Inspirándose en las villas romanas y en sus parques en terraza, construyó un patio inferior, previsto como escenario de torneos, y dos jardines superiores a los que se accede por escaleras monumentales, donde fueron colocadas las estatuas antiguas que iban apareciendo, presididas por el Laocont.

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