Carlo Ginzburg y la Cosmovisión Campesina del Siglo XVI: Un Acercamiento a la Microhistoria

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El Queso y los Gusanos: La Cosmovisión de un Molinero en el Siglo XVI

Cuando el libro de Carlo Ginzburg titulado El queso y los gusanos. La cosmovisión de un molinero en el siglo XVI es publicado en Italia en 1976, toda la historiografía occidental se encuentra viviendo los efectos inmediatos de la amplia serie de revoluciones culturales que, entre 1966 y 1969, sacudieron de maneras diversas a prácticamente todas las naciones del planeta. Porque desde China hasta Estados Unidos, lo mismo que desde Argentina o la India hasta Checoslovaquia o Canadá, la revolución mundial de 1968 puso en cuestión y terminó transformando de raíz a todo el conjunto de las estructuras culturales de las sociedades modernas de todo el planeta. El queso y los gusanos, libro cuya intención manifiesta y cuya hipótesis articuladora central es justamente la de entregarnos las claves para el desciframiento esencial de los códigos principales que constituyen el esqueleto específico de la cultura campesina italiana y europea durante el ‘largo siglo XVI’. Aunque también, y a través del examen minucioso de la singular cosmovisión del molinero Menocchio, lo que en realidad Carlo Ginzburg intenta descifrar es ese código de comprensión que nos dé el acceso a las principales estructuras profundas, primero de una de las más importantes culturas subalternas presentes en esa Italia y esa Europa del siglo XVI, de la cultura específicamente campesina, pero también y en segundo lugar, de varios de los elementos fundamentales de la más general cultura de las clases populares italianas y europeas, estructuras que si bien van a manifestarse de una manera más perceptible y evidente durante ese singular nudo histórico privilegiado que es el ‘largo siglo XVI’, inscriben en cambio su vigencia y su funcionamiento más esencial en los propios registros de la larga duración histórica, explicitada alguna vez por Fernand Braudel.

La Microhistoria y sus Desafíos según Peter Burke

Peter Burke en su libro Formas de hacer historia, dedica un apartado a la microhistoria y a su modo de ver existen dos riesgos fundamentales en el cultivo de la microhistoria. Uno sería el de tomarla como una especie de etiqueta que sirviera para rotular toda investigación basada en documentos curiosos, raros o incluso excepcionales que tuvieran algún interés humano. Otro peligro sería el de convertirla en un fin en sí mismo, de modo que cualquier minucia, cualquier cosa insólita o llamativa, mereciera ser tratada en una monografía. El británico aceptaba la microhistoria, siempre y cuando los investigadores situaran sus objetos en lo macro social, es decir, cuando las experiencias se pusieran en relación con las estructuras, cuando las interacciones personales se captaran dentro el sistema social, o cuando lo local fuera contemplado como parte efectiva y significativa de lo global. Una microhistoria mal entendida sería aquella que cultivara la anécdota, lo pintoresco, lo periférico o lo extraño por sí mismos. Es interesante una descripción histórica a gran escala, pero igual de importante es ver cómo se desarrollan las sociedades a través de hechos cotidianos y aparentemente intrascendentes, pero que expresan los desarrollos histórico-sociales de cada momento. Esta sería la realidad profunda de la historia, y por eso es importante la microhistoria.

Peligros de la Microhistoria

  • A veces se cuestiona la veracidad del relato porque ante los vacíos documentales se hacen reconstrucciones partiendo de suposiciones.
  • Falta la visión global.
  • La preocupación por la narración no siempre se da.

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