La Crisis del Antiguo Régimen: Sociedad y Política en el Siglo XVIII
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La Crisis del Antiguo Régimen. Sociedad y Política en la Segunda Mitad del Siglo XVIII
Consideraciones Iniciales
Trataremos de dar cuenta de un momento de crisis y cambios de unas determinadas estructuras sociales y políticas (también económicas) para dar lugar a lo que veremos a lo largo de la Edad Contemporánea y que han llegado hasta nuestros días.
La Sociedad Estamental y su Crisis
En este momento, la estructura social aún está definida por su carácter estamental, que será combatido por aquellos que pensaban en la necesidad de construir una diferente. En todas las sociedades, los individuos elaboran una serie de actividades y se va desarrollando un pensamiento sobre sí misma que analiza y valora cada una de estas actividades y, en función de dicha valoración, se les adjudica a las personas un estatus o valor social determinado (p.e., en la actual sociedad capitalista, este viene determinado por la riqueza; frente a las tribus de momentos pasados que se encontraban en continuo enfrentamiento con otras y en las que el mayor estatus sería atribuido a los mejores guerreros que además ostentarían el poder político, mientras que en otras sociedades coetáneas de carácter pacífico el mejor valor sería el de aquellos individuos que tuviesen la capacidad de contactar con las divinidades como pueden ser chamanes o sacerdotes).
En base a esto, podemos entender los orígenes de la sociedad estamental, basada y fundamentada en el esquema procedente del mundo medieval en el que fundamentalmente existían tres actividades concretas: oratores (rezaban), bellatores (hacían la guerra) y laboratores (trabajaban la tierra, producían bienes...). Estas terminaban derivando en tres grupos correspondientes a cada una de ellas y que respectivamente son: clero, nobleza y tercer estado (en Castilla sería el estado llano, en Inglaterra la common people...). Así, cada uno de estos tres estamentos realiza funciones para el conjunto de la población: nobles defienden y administran (función militar y de gobierno, administración, impartir justicia...), los eclesiásticos son los que se encargan de rezar y legitimar (asegurarse de que todos estén en gracia de Dios y legitimación de la autoridad política ya que su gobierno corresponde a la voluntad divina...) y el tercer estado trabaja y mantiene al resto.
Es preciso destacar que esta sociedad nace en un contexto de continuos conflictos (la desaparición del Imperio romano, las amenazas de los pueblos bárbaros...), lo que explica la gran valoración de la nobleza (los bellatores) por su labor de defensa. Algo semejante ocurre con la Iglesia, única institución que se mantiene estable y organizada tras la caída de Roma y que contaba con una importante presencia en todos los territorios pese a la fragmentación del espacio, de manera que se le otorgará mayor valor a las actividades de la nobleza y el clero, por lo que estos grupos gozarán de un privilegio (por tanto, es una sociedad en la que las personas no son entendidas como iguales). Se entiende dicho privilegio como un conjunto de leyes y normas que se aplican únicamente a los miembros de grupos determinados (es decir, consiste en una “ley privada”, frente a la “común” del tercer estado). Sin embargo, esto no se trata de ventajas arbitrarias, sino que este privilegio responde a una lógica influida por el contexto del momento (fragmentación, conflictos...).
Trasladándonos ya al siglo XVIII, encontramos la crisis de esta sociedad estamental, pues la realidad ya no es la misma por una serie de cambios en los siglos precedentes que modificaron las estructuras políticas y sociales. Entre dichas transformaciones, en primer lugar encontramos la consolidación de la monarquía, lo que se aprecia por ejemplo en el ámbito militar, pues en un primer momento eran los nobles los que ponían sus ejércitos a disposición del monarca.
No obstante, ya en Época Moderna, encontramos el caso de los tercios de Flandes, ejército ya propio de la monarquía en la que los nobles únicamente desempeñan cargos de mando y oficialidad. Así, la función defensiva está ya en el rey y no en la nobleza. También se puede apreciar la consolidación de la monarquía en el ámbito legislativo, pues comienzan a aparecer funcionarios que sirven al rey (que va extendiendo por todo el territorio sus aparatos administrativos, judiciales y de gobierno) a costa de una nobleza local que pierde funciones y poder (de nuevo, función administrativa ya no desempeñada por la nobleza). Así mismo, el principio hereditario (en detrimento de la monarquía electiva) favorece la consolidación de la monarquía, lo que no solo se registra con respecto a la nobleza, sino también en relación al estamento eclesiástico (los monarcas ya no precisan del nombramiento y apoyo del Papa, como sí necesitó Carlomagno para ser coronado pero no así Napoleón; pueden desvincularse de la Iglesia católica como Enrique VIII, la religión pasa a una esfera privada y no es dominante en el poder político...).
El segundo factor que contribuye a la crisis de la sociedad estamental es la evolución socioeconómica desde la Baja Edad Media y notablemente desde el XV, por el surgimiento de una serie de nuevas actividades (la banca, el comercio, la urbanización) que desembocan en la aparición de otros grupos sociales como puede ser la burguesía, que comenzará a acumular riqueza y cultura (y consecuentemente capacidad de actuar), pero será asimilada en el tercer estado, lo que genera una sensación de descontento que derivará en las denominadas revoluciones burguesas. Es decir, el esquema de la Edad Media ya no sirve para entender y explicar la realidad social del XVIII.
Por último y en tercer lugar, nuevas ideas de gran importancia, pues para acabar con un sistema que se considera fracasado es necesario proponer algún tipo de alternativa, algo que sí se va a encontrar en este siglo XVIII. Las críticas de la sociedad estamental irán acompañadas de una nueva propuesta de una sociedad diferente con la igualdad como concepto clave (idea que hoy en día parece evidente, pero que realmente no se encuentra en ninguna de las sociedades hasta el XVIII en el que fue propuesta, entre otros muchos contenidos, por la Ilustración). Todos los movimientos contemporáneos lucharon y aún a día de hoy luchan por la igualdad, pero es una palabra que puede adoptar significados muy diferentes según quién la emplee.
Los Regímenes Monárquicos: Las Razones de la Crisis Política
En cuanto a las estructuras políticas, también comenzarán a ser discutidas en torno al siglo XVIII, en el que todo se reducía casi prácticamente a monarquías y poco más (únicamente alguna entidad política independiente que no encaja en este modelo). No obstante, podemos distinguir varios tipos o fórmulas políticas:
1. La Monarquía Feudal
Empezando por la más antigua que es la monarquía feudal. Su principal característica es la ausencia de un poder central efectivo, como es el caso de las monarquías que aparecen tras la desaparición del Imperio romano de Occidente (como los visigodos en la Península Ibérica: monarcas muy dependientes del consenso nobiliario, de contar con el favor de una élite aristocrática y de hecho son monarquías electivas y no hereditarias, pues eran los nobles los que elegían el nuevo rey tras la muerte del anterior y no había ningún tipo de linaje). Así, su segundo rasgo es la existencia de importantes lazos y fidelidades personales. Era un tipo de monarquía ya anticuado y residual en el XVIII, con muy pocos ejemplos en esta época (es el caso de Polonia, que no logrará mantenerse como un estado soberano durante el XIX por su debilidad ante la presión de Prusia, Rusia y el Imperio Germánico y no se reconocerá como un verdadero estado independiente hasta el final de la Primera Guerra Mundial).
2. Las Repúblicas Urbanas
Otro caso más bien anecdótico eran las repúblicas urbanas, asentadas en territorios que tenían una ciudad como núcleo. Fue el caso de varias ciudades que en el tránsito de la Edad Media a la Edad Moderna tuvieron un esplendor comercial, financiero y artístico (como Florencia, Venecia, la propia Roma...). Por su pujanza económica, consiguen librarse de los vínculos señoriales, mientras que estaban gobernadas a nivel político por una oligarquía burguesa y una serie de instituciones de carácter colegiado. Del mismo modo que el caso anterior, se encontraban ya en decadencia durante el XVIII y gran parte de ellas serán absorbidas por las monarquías que en este momento se encontraban en una etapa de expansión (como en los tiempos de Napoleón).
3. Las Monarquías Absolutas
Más destacadas eran las monarquías absolutas, en las que encontramos el origen del Estado Moderno, pues fueron adquiriendo cada vez más funciones (homogeneización de la administración territorial, de los ámbitos militar y judicial...). No obstante, también mantienen vigentes aquellos elementos que legitiman el poder político, la tradición y la religión: la primera fundamenta teóricamente estos regímenes y establece el principio de linaje, mientras que la segunda sigue jugando un papel fundamental (ya que los monarcas son tal por gracia de Dios). Así, es el monarca el que reúne en su persona todos los poderes del reino y estos pueden ser ejercidos de un modo “irresponsable” (pues no hay ningún órgano que pueda controlar el ejercicio del poder, el monarca puede gobernar en solitario sin tener que dar cuentas a nadie; lo que procede de retomar y cristianizar la idea del emperador romano). Aun así, en el XVIII era raro y muy escaso que el rey pudiese ejercer el poder de forma absoluta, de forma que ya en esta época se les presentan a las monarquías absolutas una serie de límites y problemas, por lo que los reyes necesitarán de forma inevitable el consenso y colaboración de los poderes locales (de gran influencia) para que sus medidas y disposiciones fuesen aceptadas en todo su vasto territorio.
Otro problema al que tendrán que hacer frente las monarquías en el XVIII era la falta de dinero y los problemas estructurales de las finanzas reales, ya que resultaba excepcionalmente costoso ampliar los aparatos de la monarquía en todo el territorio; lo que se terminará traduciendo en una dificultad de ejercer el poder (contradicción entre la teorización del poder absoluto y la práctica real en el siglo XVIII). Otra cuestión no exclusiva del XVIII que limitaba el poder real es que el monarca no podía traspasar ciertas fronteras en el ámbito religioso (por estar sometido a la legitimación religiosa). Así, Luis XIV (1643-1715: “El estado, soy yo”) sería el ejemplo paradigmático de este caso, pues si pudo ejercer un poder verdaderamente absoluto (por la benignidad de la economía y la falta de conflictividad social), no así Luis XVI.
4. El Despotismo Ilustrado
Otro modelo común en el XVIII era el despotismo ilustrado (sobre todo en centro-Europa y Europa oriental), una especie de monarquía absoluta (personalización del poder en el monarca) con varios matices heredados de la influencia de la Ilustración ante la necesidad de resolver una serie de problemas que causan cierto atraso en la economía o las condiciones de vida de la población. Para ello, se ponen en contacto con filósofos ilustrados y tratan de gobernar mediante la promoción del progreso y de las condiciones materiales, por lo que presentarán un afán racionalista (se legitiman no solo en tradición y religión, sino también en la razón) y estas formas de gobierno acaban derivando en Estados más intervencionistas en economía o educación frente a lo que ocurría en la Europa occidental. Es decir, puede definirse de manera sintética como una versión “laica” del absolutismo.
5. El Régimen Británico
Finalmente, caso singular es el régimen británico: tras la “revolución” de 1688 por un enfrentamiento entre la aristocracia, se va a producir un cambio de dinastía después de que la facción vencedora establezca en el trono a Guillermo III con la condición de compartir el poder con él. Así, el absolutismo británico es liquidado en dicho año.
En su lugar, nace un modelo de compartimentación del poder entre el monarca (no es absoluto) y la aristocracia (ocupaba el Parlamento y los ministerios), originándose así en este momento el embrión del parlamentarismo, fundamental en época contemporánea (Parlamento como foro para el debate político y de discusión entre diversas tendencias políticas, como los tories que terminarán creando el Partido Conservador y los whigs, que derivarán en el Partido Laborista). Es un caso especialmente particular porque este sistema político quedó establecido desde entonces y no hubo grandes rupturas sistémicas durante el XIX y XX como sí aconteció en la mayoría de países europeos como España y Francia, ya que este sistema inglés del 1688 gozaba de flexibilidad y capacidad de adaptación (el sistema permite reformas, no es necesario romperlo: de hecho, Inglaterra constituye el ejemplo perfecto de “reformismo”, sin grandes rupturas).
Las Causas de la Crisis Política
Vista ya esta panorámica de los sistemas políticos de la época, cabe precisar las causas de la crisis política, existiendo factores sociales y económicos que incidieron especialmente en el ámbito político. Sabemos que circulaban una serie de ideas de cuestión de la sociedad estamental, una crítica desde el tercer estado contra los privilegios de nobleza y clero (que era en los que se apoyaba el monarca, pues provenía socialmente de la nobleza y fundamentaba su poder en religión y tradición). En cambio, a nivel económico, el único grupo que realmente trabaja y mantiene al conjunto de la sociedad es el tercer estado, encargado de mantener las finanzas reales. Así, estos dos tipos de factores se combinan entre ellos para dar lugar a una verdadera crisis política, con una monarquía atrapada entre su identidad y la necesidad de resolver un conflicto social que pone en cuestión la estructura social y la legitimidad del monarca. Ante esto, también en el ámbito político aparecerán nuevas ideas que combatan el absolutismo monárquico y propongan una serie de alternativas a este sistema con el concepto clave de la libertad (como ocurría con la igualdad, no tiene el mismo significado para todos, sino que depende de quién la interprete, que le otorgará un contenido distinto: para los fascistas está en la nación, p.e.).
En este cambio político, existirán básicamente dos modelos: Gran Bretaña y su embrión de parlamentarismo y sistema basado en la negociación y en el control del monarca (que evolucionó desde el 1688 y será seguido por algunos colonos americanos, revolucionarios franceses...) y, desde 1776, los recién nacidos Estados Unidos de América (seguidos e imitados desde Europa).