Desarrollo Temprano de la Mente: Posiciones Esquizo-Paranoide y Depresiva según Melanie Klein

Clasificado en Otras lenguas extranjeras

Escrito el en español con un tamaño de 3,01 KB

Posición Esquizo-Paranoide (3 a 4 meses)

El yo inmaduro del infante se encuentra expuesto al conflicto entre las pulsiones de vida y de muerte. Cuando se enfrenta a la ansiedad que le provoca la pulsión de muerte, el yo convierte esta pulsión en agresión. De este modo, el yo se escinde, proyectando al exterior esa parte de la pulsión de muerte y colocándola en el objeto externo original, que es el pecho. Este se experimentará como pecho “malo” (amenazador), lo que da origen a un sentimiento de persecución; y la parte no proyectada se convierte en agresión, dirigiéndose así al perseguidor.

El yo tendrá una relación doble con ese objeto: pecho “bueno” de gratificación, de ser amado, y pecho “malo” o persecutorio, donde domina la fantasía de privación y dolor. La ansiedad del yo se da al sentir que el objeto persecutorio puede aniquilarlo. Frente a esto, se instrumentarán diversos mecanismos defensivos. Estos no solo son una “defensa”, sino que permiten al yo organizarse e integrarse. El pasaje a la posición depresiva se ve facilitado cuando el yo puede vivenciar mayores experiencias buenas sobre las malas, y siente que el objeto ideal prevalece sobre los objetos perseguidores. Cuando más se identifica el yo con su objeto ideal, entonces menos mecanismos de defensa son puestos en marcha, porque cede la disociación y el yo puede cada vez más tolerar su agresión y puede sentirla como parte de sí.

Posición Depresiva (3 hasta 6 o 7 meses)

El yo puede introyectar un objeto interno lo suficientemente bueno que le permita superar el estado persecutorio propio de la pérdida de la madre como objeto parcial. La angustia es menos intensa y los mecanismos son los mismos que en la anterior posición, pero más atenuados y organizados. Esto se debe a que la mayor integración del yo admite que el niño pequeño pueda tolerar mejor la pulsión de muerte en su interior. El yo comienza a comprender que el objeto de amor es el mismo que el objeto de odio. Comienza a reconocer a su objeto total, se da la ambivalencia (la madre puede ser buena y mala), el yo se convierte en un objeto total.

La ansiedad se manifiesta por la ambivalencia y el consecuente temor a destruir, por sus propios impulsos destructivos, a ese objeto total y amado del que depende en su totalidad. El temor de destruir el objeto amado genera en el niño un sentimiento de culpa y una tendencia a la reparación. En la posición depresiva aparecerán las defensas maníacas como mecanismos destinados a impedir la vivencia de ansiedades depresivas (miedo a la pérdida, duelo, nostalgia y culpa). La función de estas es ir contra todo sentimiento de dependencia, evitándolos, negándolos. El fin que se persigue es una triada de sentimientos en una relación maníaca con los objetos: control, triunfo y desprecio. Si el niño no logra ver a la madre como un objeto total, corre el riesgo de evolucionar hacia una psicosis. Con el paso de las dos posiciones, tenemos armado el aparato psíquico pensado por Klein.

Entradas relacionadas: