El Desastre del 98: Impacto y Respuesta en la España de Fin de Siglo

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La Crisis del 98: Consecuencias y Regeneracionismo en España

Repercusiones Socioculturales

Esta derrota militar supuso un importante cambio en la mentalidad de los militares, que tomaron posturas más autoritarias e intransigentes a raíz de la ola de antimilitarismo que siguió al desastre. Se les acusaba de no haber estado preparados para un conflicto como el ocurrido. Es evidente que el Ejército, a pesar de la capacidad demostrada aisladamente por algunos generales y el valor de las tropas, no había estado a la altura de las circunstancias y salió considerablemente dañado en su imagen, lo que traería graves consecuencias en el siglo XX. Sin embargo, los militares culpaban a los políticos, convencidos de que la derrota había sido responsabilidad suya y del sistema parlamentario. Por este motivo, el Ejército cobraría nueva fuerza a comienzos del siglo XX en el mantenimiento del orden social interno y en la represión contra los nacionalistas.

Además, se produjo una crisis moral e ideológica, una crisis de la conciencia nacional. Había una sensación colectiva de inferioridad, desmoralización e impotencia. La prensa extranjera presentó a España como una nación moribunda, con un ejército totalmente ineficaz, un sistema político corrupto y unos políticos incompetentes. Y esa visión cuajó en buena parte de la opinión pública española.

El Regeneracionismo

El regeneracionismo fue un movimiento político-cultural que criticaba el sistema de la Restauración y propugnaba la necesidad de una modernización de la política española.

Uno de sus principales representantes fue Joaquín Costa, que criticaba la "España oficial", es decir, el caciquismo como sistema de dominación política, la corrupción de los partidos políticos y el atraso económico y social que España presentaba respecto a los países europeos más avanzados.

El Gobierno de la Restauración Después del Desastre del 98

En 1899, como el gobierno estaba desprestigiado, y de acuerdo con los mecanismos del turno, la Reina Regente entregó su confianza a un nuevo líder conservador, Francisco Silvela, quien convocó elecciones. El nuevo gobierno mostró una cierta voluntad de renovación, dando entrada a gente nueva. Se inició una política reformista, con aumento de los tributos para hacer frente a las deudas contraídas durante la guerra, pero lo peor fue la división dentro del propio gobierno.

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