Descartes y Hume: Racionalismo vs. Empirismo y la Existencia de Dios

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Descartes y la Justificación de la Existencia a través de Dios

Descartes necesita justificar la existencia del mundo y de las ideas que tiene, y lo hace mediante la existencia de Dios:

  • Primera prueba: La idea de un ser perfecto (Dios) no puede provenir de algo imperfecto (como él mismo). Si tiene la idea de un ser perfecto, es porque existe un ser perfecto, Dios.
  • Segunda prueba: Descartes no puede ser la causa de su propia existencia porque no es perfecto, por lo tanto, tiene que haber un ser perfecto (Dios) que lo haya creado.
  • Tercera prueba: El argumento ontológico: la idea de un ser perfecto debe incluir la existencia, por lo que Dios necesariamente existe.

El Empirismo: El Conocimiento a Través de la Experiencia Sensorial

El empirismo es una corriente filosófica que sostiene que todo conocimiento proviene de la experiencia sensorial, es decir, de lo que percibimos a través de nuestros sentidos. En los siglos XVII y XVIII, este enfoque filosófico se desarrolló especialmente en Gran Bretaña con pensadores como John Locke, George Berkeley y David Hume. A diferencia del racionalismo, que defendía que el conocimiento podía obtenerse a través de la razón y las ideas innatas, el empirismo enfatizaba la importancia de la observación y la experiencia como únicas fuentes legítimas de conocimiento.

David Hume y la Ciencia del Entendimiento Humano

David Hume es uno de los principales representantes del empirismo y su obra marcó un punto de inflexión en la historia de la filosofía. Para Hume, la mente humana al nacer es como una hoja en blanco, sin ideas previas, y todo lo que conocemos proviene de nuestras percepciones. Estas percepciones se dividen en impresiones e ideas. Las impresiones son las percepciones más vivas e inmediatas que recibimos directamente de los sentidos, como ver un color o sentir calor. Las ideas, en cambio, son copias menos intensas de estas impresiones, como cuando recordamos una imagen o un sonido. Así, todas nuestras ideas derivan en última instancia de nuestras impresiones, y si intentamos pensar en una idea que no provenga de una impresión, nos daremos cuenta de que es imposible.

Hume también desarrolla una ciencia del entendimiento humano inspirada en el método experimental de Newton, analizando cómo los seres humanos adquirimos y organizamos el conocimiento. En este contexto, explica que nuestras ideas se relacionan entre sí a través de tres principios fundamentales: la semejanza, la contigüidad y la causalidad. Asociamos ideas similares, relacionamos aquellas que ocurren juntas en el espacio o el tiempo y establecemos conexiones causales entre eventos que observamos repetidamente. Sin embargo, Hume es escéptico sobre la causalidad, ya que argumenta que no podemos conocer con certeza una relación de causa y efecto, sino que solo inferimos estas conexiones a partir de la costumbre y la experiencia. Por ejemplo, vemos que el sol sale cada mañana, pero no tenemos una justificación absoluta para afirmar que siempre lo hará, ya que nuestra creencia en la causalidad no se basa en una necesidad lógica sino en la repetición de eventos en el pasado.

El Escepticismo de Hume y la Crítica a la Causalidad

Esta crítica a la causalidad lo lleva a cuestionar la validez del conocimiento basado en la experiencia. Para Hume, todo lo que conocemos se divide en relaciones de ideas y cuestiones de hecho. Las relaciones de ideas son proposiciones que son necesariamente verdaderas, como las matemáticas y la lógica, mientras que las cuestiones de hecho dependen de la experiencia y son siempre inciertas. No podemos demostrar con certeza que el sol saldrá mañana, solo podemos suponerlo porque ha ocurrido siempre en el pasado. Este escepticismo radical lo lleva a desafiar muchas creencias tradicionales, incluyendo la existencia del yo, la sustancia y Dios.

Sobre la noción del yo, Hume sostiene que no existe una entidad constante y unificada que podamos llamar “yo”. Lo que llamamos el yo es simplemente una sucesión de percepciones en constante cambio, sin una identidad fija. No encontramos en nuestra experiencia una impresión única y constante del yo, sino solo una serie de sensaciones, pensamientos y recuerdos que cambian continuamente. Del mismo modo, Hume niega la existencia de la sustancia, ya que no tenemos una impresión directa de ella. Lo que llamamos sustancia es solo una agrupación de cualidades que nuestra mente asocia por costumbre.

Hume y la Existencia de Dios: Un Enfoque Empírico

David Hume, uno de los principales filósofos del empirismo, sostenía que todo conocimiento proviene de la experiencia. Para él, no podemos conocer nada con certeza si no lo hemos percibido directamente con nuestros sentidos. Esto lo llevó a cuestionar muchas creencias tradicionales, incluyendo la existencia de Dios. Según Hume, la idea de Dios no proviene de una impresión sensorial, sino que es una construcción de la mente basada en experiencias previas, como la idea de bondad, poder o sabiduría, combinadas hasta formar la noción de un ser supremo. Sin una impresión directa de Dios, su existencia no puede ser demostrada de manera empírica. La religión, por otro lado, se basa en la fe, que no depende de la experiencia sensorial sino de la creencia en algo que no se puede ver ni tocar. Muchas personas creen en Dios no porque lo hayan percibido con sus sentidos, sino porque la fe les da seguridad y significado en sus vidas. Mientras Hume defendía la necesidad de pruebas concretas para aceptar algo como verdadero, la religión se basa en el testimonio, la revelación y la tradición. Un ejemplo actual de esta diferencia se ve en el debate sobre los milagros. Hume afirmaba que no hay pruebas suficientes para creer en los milagros, ya que violan las leyes de la naturaleza y nuestra experiencia nos dice que estos eventos no ocurren. Sin embargo, muchas personas aceptan los milagros basándose en la fe y en testimonios. Esto muestra cómo la razón y la religión pueden chocar, pero también cómo ambas influyen en la forma en que las personas entienden el mundo.

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