Desigualdad y Códigos Sociales en el Antiguo Régimen: Vestimenta, Género y Exclusión
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El Código de Vestimenta como Reflejo de la Desigualdad en el Antiguo Régimen
En el Antiguo Régimen, la vestimenta no era simplemente una cuestión de moda, sino un reflejo tangible de la profunda desigualdad que caracterizaba a la sociedad estamental. La ropa, junto con el modo de hablar, constituía un elemento fundamental de la apariencia social, donde parecer equivalía a ser. Existía un estricto código de vestimenta, y las personas estaban obligadas por ley a vestir de acuerdo con su estatus social.
La ropa estaba meticulosamente catalogada, y el tipo de vestimenta dependía del rango militar, la orden religiosa, el colegio mayor al que se pertenecía, o incluso de la familia que te criaba. Lo importante no era la identidad individual, sino la posición social. Cuando se descubría a un impostor, se le obligaba a vestirse de acuerdo con su verdadero estatus para restablecer la armonía social. Solo durante el carnaval se permitía el disfraz, una breve ruptura de las rígidas normas sociales.
La monarquía ejercía un control significativo sobre la vestimenta, como lo demuestra el famoso motín de Esquilache. Numerosos autores de la época escribieron sobre cómo vestía la gente o cómo debía vestir. Un ejemplo notable es el de "las tapadas", mujeres que iban completamente cubiertas excepto por los ojos. Mientras que algunos moralistas veían esto como una muestra de recato, otros argumentaban que el anonimato les permitía actuar con mayor libertad.
Una Sociedad Desigual, Intolerante y Excluyente
Exclusión por Motivos Religiosos
La religión era una de las principales causas de exclusión en el Antiguo Régimen. La intolerancia religiosa se manifestaba a través de expulsiones, pogromos y conversiones forzadas. La piedad no existía para aquellos que eran considerados diferentes.
Exclusión por Género y Orientación Sexual
La orientación sexual no heterosexual era duramente perseguida, especialmente la homosexualidad masculina, conocida como sodomía. Esta era frecuentemente asociada con los musulmanes. Santo Tomás de Aquino consideraba la homosexualidad como el pecado más grave después del homicidio. La condena de la homosexualidad provenía del puritanismo imperante en la sociedad. Los jesuitas, al llegar a Asia Menor, se sorprendieron por la naturalidad con la que se practicaba la sexualidad abiertamente.
Hubo casos de personas que fueron ejecutadas por su homosexualidad, como los monjes acusados de sodomía en Gante. La homosexualidad femenina, por otro lado, apenas era contemplada y, por lo tanto, no tiene muchas representaciones culturales en el Antiguo Régimen. La sociedad falocéntrica de la época apenas la perseguía. Se conocen casos de mujeres que se hacían pasar por hombres para casarse con otras mujeres. Cuando eran descubiertas, se les interrogaba sobre sus prácticas sexuales. El lesbianismo era conocido como tribadismo, derivado del griego "tribo", que significa frotar.
La moralidad cristiana condenaba cualquier relación sexual que no estuviera dirigida a la procreación. Las prácticas no reproductivas eran consideradas impuras y onanistas. En los compendios de personas antagonistas, se les acusaba de tener costumbres sexuales que se desviaban de las prácticas admitidas. Esto también se aplicaba a las "brujas", a quienes se acusaba de participar en orgías. El miedo a las brujas se debía principalmente a su independencia como mujeres, más que a sus supuestos aquelarres.
Exclusión por Vileza, Villanía y Esclavitud
La "desaparición" de la población indígena en América llevó a la importación de esclavos para suplir la falta de mano de obra, lo que constituyó otra forma de exclusión basada en la vileza y la esclavitud.