El Efecto de Inmersión en el Teatro de Buero Vallejo

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El efecto de inmersión fue acuñado en contraste, evidentemente, con los efectos de distanciación. El efecto de inmersión ocurre cuando al espectador se le obliga a compartir, no con todos los personajes de la pieza sino (normalmente) con uno solo, la percepción sensorial singular, y experimenta por tanto la sensación más fuerte de simpatía o identificación con el mismo. Lo distintivo de su aparición en el teatro de Buero es la consistencia, aunque también la versatilidad, la inventiva y la originalidad, a menudo muy llamativa, con que las explota. Él mismo las ha descrito como un recurso teatral consistente en que el público tenga que ser participante, aunque él no lo desee, de los problemas y de la situación anímica de algunos de los protagonistas... no solo a la manera tradicional... sino de un modo que, si es psíquico por un lado... es por el otro lado también físico.

La Alternancia entre lo Social y lo Personal

El mismo Buero ha explicado la finalidad que persigue mediante la alternancia parecida: recuperar para el teatro algo que se estaba perdiendo: la importancia en el teatro de la interrelación, el hombre como ser social. Pero es también muy importante el aspecto personal, interno, individual. Y en la medida en que los dos sean contemplados simultáneamente, es en la medida en que la dramaturgia puede volverse realmente completa, integradora. Y esa integración es el objetivo operativo fundamental que yo he querido plantearme con mi teatro, en la creencia de que, lejos de ser una regresión al individualismo - rechazables -, resume lo que la escena, a partir de ahora y tal vez en el mañana inmediato, tiene que recuperar denodadamente: la interioridad personal al lado de la exterioridad social.

Espacio de Escenas

Cinco personajes varones son reunidos por el autor en un espacio escénico que se va transformando a nuestro alrededor a medida que progresa la acción. Creemos encontrarnos, del comienzo del drama, en una confortable habitación con vistas a un hermoso paisaje, y nos encontramos, al final del mismo, en la celda de una prisión. Los cinco inquilinos de un centro de investigación moderno, al que llaman la Fundación, se nos transforma paulatinamente en cinco condenados a muerte.

La Transformación del Espacio y la Percepción

Esa transformación física y metafísica del espacio en otro es el resultado de la transformación de uno de los cinco personajes, Tomás. Si en la primera parte nos parecen inverosímiles o incomprensibles o absurdas las palabras y las conductas de los otros cuatro personajes, que no encajan en el espacio escénico del que da fe Tomás y nosotros, pues es el único espacio del que da fe Tomás y nosotros, pues es el único espacio que vemos, cuando este empieza a transformarse comenzamos, aunque incómodamente, a perder la fe en nuestra visión y en la de Tomás. Y cuando la transformación se ha consumado, y no nos cabe duda de que estamos en la celda de la cárcel, y no es la habitación de la Fundación, creemos haber despertado de un sueño coherente, para caer en la pesadilla no-coherente. Hemos experimentado el terrible proceso que supone el paso de una visión enajenada, pero hermosa, a una visión excedida.

La Negación de la Realidad

Tomás prefirió, para seguir viviendo sin destruirse, negar la verdad sustituyéndola por la mentira. Instalado en ella creó un nuevo mundo a medida de su evocación de felicidad y de belleza, un mundo sin cadáveres, sin dolor, sin torturas, sin cárceles, sin persecuciones; pero todo ello a costa de la verdad. Ese mundo, el que creyó y creímos cierto, se va desmoronando poco a poco hasta que no queda nada de él. Es el nuevo mundo que se nos impone: reaparece el miedo, la muerte, pero también la posibilidad del heroísmo y de la libertad.

El Final Cíclico

Cuando el espacio escénico queda vacío al final del drama, la celda se transforma de nuevo en la hermosa habitación de la Fundación, lista para acoger a nuevos inquilinos. La fábula se muerde la cola y vuelve a empezar.

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