El giro práctico: razón y sentimientos (Rousseau)

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De acuerdo con la regla fácil y simple establecida en la primera parte, en esta sección Rousseau irá introduciendo una a una las diferentes verdades que establecerá, y los diferentes artículos de fe; rotulo que por cierto viene muy a cuento.
Entre los párrafos 19 y 23 se aborda la cuestión de la existencia del sujeto y el mundo. Veamos como procede: “¿quién soy yo?” (19). Y contesta estableciendo lo que considera su primera verdad: "Yo existo y tengo sentidos por los cuales soy afectado (20)”. Al igual que Descartes, pero a su manera, acaba de introducir la primera verdad, pero la evidencia, el criterio de verdad, que acompaña a esta verdad no es una evidencia teórica, intelectual, sino una evidencia ligada al sentimiento, a la voz del corazón, a la conciencia: Existo porque así lo siento. Además, añade, las sensaciones acontecen en él (tiene sensaciones, premisa 1), pero no está en sus manos el producirlas o aniquilarlas (no dependen de él, premisa 2), luego la causa de las mismas está fuera de él, de donde deriva que sus sensaciones son diferentes de los objetos que las ocasionan, es decir, la causa de sus sensaciones son los objetos del mundo a los que éstas se refieren (conclusión) (21). Por otra parte, introduce unas referencias a Hume y al problema de la sustancia pensante -yo- que de momento soslaya (20). Según eso no sólo él existe sino otras cosas: los objetos de sus sensaciones también existen (22). Así pues, existe el mundo exterior (segunda verdad): "A todo cuanto siento fuera de mí y que actúa sobre mis sentidos lo llamo materia, y a todas las porciones de materia que concibo reunidas en seres individuales las llamo cuerpos" (23). Y, por consiguiente, dudar acerca de la existencia de un mundo exterior -disputas entre idealistas y materialistas-, le parece tarea espurea pues la materia es tanto lo que constituye los objetos del mundo -materialismo- como lo que afecta a mi sensibilidad produciendo imágenes o representaciones o ideas -idealismo o fenomenalismo-. (23).
El contenido temático incluido desde el párrafo 24 hasta el 32 puede resumirse como sigue. El Vicario afirma como consecuencia de su anterior reflexión, tanto la existencia del mundo como la suya. Pero, ¿cuál es el rasgo propio de mi existencia? Soy un ser activo e inteligente porque no me limito a recibir sensaciones por separado. Es decir, las puedo comparar, juzgar, con la finalidad de establecer sus relaciones, "su diferencia o su semejanza" Rousseau introduce en este punto una distinción entre sentir y juzgar, en clara referencia a Helvetius y a la reducción que éste efectúa de todas las potencias del entendimiento humano a sensación o percepción sensible: el ser humano no posee facultades que trasciendan el nivel de los sentidos, de manera que juzgar es simplemente percibir, así si construyo el juicio “el rojo es diferente del amarillo”, lo que hago en realidad es percibir que el color ‘rojo’ me afecta a los ojos de manera diferente que el color ‘amarillo’. Rousseau rebate este punto de vista 18 en los párrafos 24-32; y viene a decirnos: Percibimos o sentimos cuando somos afectados por cualesquiera estímulos: colores, olores, texturas, intensidad de luz, etc. Cuando percibimos algo o captamos imágenes estamos únicamente viendo, es decir, registrando pasivamente las impresiones de los sentidos, es decir somos puramente receptivos y no ponemos nada de nuestra parte. Es decir, la sensación es algo que se produce al margen de nuestra voluntad, algo que no podemos elegir, de lo que no somos dueños (31). La sensación es como el alma del niño ya que lo único de que él es capaz es de registrar pasivamente las sensaciones sin tratar para nada sus relaciones. Superada esta primera etapa, el niño comparando sensaciones será capaz de empezar a formar relaciones, es decir, “ideas”. Actualizándose de este modo las facultades intelectuales se irá desarrollando el juicio y el razonamiento (el pensamiento), pues en ese momento se establecen relaciones que los sentidos no mostraban. De ahí que la razón sea activa porque al juzgar añadimos algo a la mera sensación, que es pasiva, y nos permite pasar de las ‘imágenes’, que son simplemente los correlatos mentales de los objetos de los sentidos, al terreno de las ‘ideas’, que son las “nociones de los objetos, determinadas por sus relaciones”. Así pues, además de ser receptivos o pasivos, los seres humanos tenemos una característica peculiar: la capacidad de juzgar o discernir. Para el Vicario, juzgar es algo completamente distinto de sentir, si bien sentimiento y juicio se producen simultáneamente, es decir, forman parte del mismo proceso. Por ejemplo, cuando decimos de una cosa que es más grande que otra es muy posible que estemos siendo estimulados por ambas cosas, a la vez que establecemos un juicio acerca de cierta relación que observamos entre las mismas, en este caso una relación de tamaño. Aunque la materia o contenido del juicio pueda ser la sensación, lo cierto es que el juicio mismo es algo diferente de las sensaciones o afecciones del sujeto. Escuchamos dos melodías, pongamos por caso, una nos conmueve y la otra nos desagrada. Hay un principio de receptividad que opera cuando escuchamos ambas melodías. En concreto, las escuchamos porque unas determinadas longitudes de onda afectan a nuestros sentidos. Pero cuando afirmamos que la primera fue una melodía más bella que la segunda entonces dejamos de ser únicamente receptores de estímulos, seres pasivos. La emisión de un juicio implica un sujeto que puede hacer algo más que ser afectado por el mundo externo, que es activo.


Argumentos a favor de la distinción entre sentir/juzgar (28-31):
1-El acto de juzgar aleja de la verdad (29), erramos, y en ello consiste la prueba objetiva (argumento) de que sentir y juzgar son operaciones diferentes; si comparar, relacionar, fuera una operación sensitiva más no nos equivocaríamos jamás, el error no tendría lugar -“puesto que jamás es falso que yo sienta lo que siento” (28)-. Sólo nos equivocamos cuando somos activos, jamás cuando somos pasivos. Somos afectados por el mundo externo y nuestras sensaciones son tal y como son, no de otra manera. No puedo equivocarme al sentir la afección que provoca un objeto determinado en mí, sólo puedo hacerlo cuando juzgo tal afección, es decir, cuando afirmo, por ejemplo, que X es rojo o amarillo o verde. Cuando doy un sentido a la palabra es. Quizá mi juicio sea erróneo -quizá diga que X es rojo cuando lo cierto es que X es verde- pero sigue siendo cierto que yo siento lo que siento acerca de X. Estas observaciones son afines a las de Condillac cuando considera que el error sólo empieza en el momento en el que juzgamos los actos sensibles. Por consiguiente, “Sólo sé que la verdad está en las cosas y no en mi espíritu que las juzga, y cuanto menos ponga de mi en mis juicios que haga sobre ellas, más seguro estoy de acercarme a la verdad. Por lo que mi norma de entregarme más al sentimiento que a la razón queda confirmada por la misma razón” (32). Da un valor de verdad -posesión inmediata de la verdad- a la experiencia prerreflexiva, a la que supone como perfectamente pasiva. La reflexión -juzgar- oculta o puede ocultar la verdad de las cosas, puede ser fuente de error, de donde éste emana de nosotros mismos y no de lo conocido, de los objetos (Starobinski 38, 255).
2-Otros argumentos aparecen en el párrafo 30: la razón es diferente de la sensación y no puede reducirse a ésta, porque si careciésemos de razón, es decir, si fuéramos puramente receptores de información sensorial ocurriría lo siguiente:
-No podríamos comprender que lo que vemos, tocamos y oímos es una misma cosa
-Y o nunca sentiríamos nada fuera de nosotros o creeríamos que existen cinco substancias diferentes (una por cada sentido): la luz, el sonido, la materia, los sabores y los olores.
¿Cuáles son las implicaciones metódicas últimas de su negación a identificar la sensibilidad y la capacidad de juzgar? (32):
La apelación al sentimiento en primer lugar como fuente de verdad. Recopilando, podríamos distinguir tres pasos en el razonamiento del Vicario.
1-la distinción fundamental entre activo -entendiendo por tal el que puede emitir juicios o dar un sentido a la palabra es- y pasivo, receptivo, que es afectado por el mundo externo.
2-la identificación entre actividad y error, de modo que llegamos a la siguiente conclusión: sólo erramos cuando juzgamos; cuando somos pasivos somos infalibles.
3-finalmente, de lo anterior se deduce lo siguiente: el sentimiento ofrece más garantías que el juicio a quien no quiere cometer errores. De ahí la norma del Vicario de entregarse a éste más que a la razón. Así que, en la medida en que podamos basar nuestras convicciones en el sentimiento y abandonemos la pretensión de comparar y analizar más allá de éste, nos encontraremos en la senda adecuada para asentar ciertos principios relacionados con la praxis y la moral como si fueran verdaderos.
De manera que el culto del corazón que exige la religión natural es un culto interiorizado porque nos pone en relación exclusiva con nuestra propia conciencia, de modo que adquiere sentido la afirmación rousseauniana de que los actos de la conciencia son sentimientos más que juicios.
Por otro lado, apelar al sentimiento, a la sinceridad del corazón, garantiza la competencia de todo ser humano para decidir acerca de cuestiones morales (religión natural), de no ser así no se podría garantizar la universalidad o validez para todo ser humano en cualquier circunstancia y, por lo tanto, no sería posible la religión natural.
La imposibilidad de reducir la mente a la materia; y por consiguiente una crítica directa al materialismo. Si la mente no puede reducirse a la materia, a operaciones meramente físicas, entonces hay que suscribir un dualismo antropológico, es decir el ser humano es un compuesto de cuerpo-mente; y al afirmar esto Rousseau se alinea junto a Descartes, ahora bien, mientras Descartes reduce la mente a pensamiento, Rousseau señalará como elemento distintivo de ésta la libertad.

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