El Encuentro con Jesús: Una Transformación Interior y Exterior

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Una Nueva Vida por Dentro

Antes de convertirse en discípulo de Jesús, una persona experimenta una insatisfacción interior, un vacío existencial. Esta vivencia se manifiesta en inquietud y búsqueda. Cuando la persona se siente así, puede surgir algún elemento externo que llame su atención, como contemplar a otras personas felices o el testimonio de alguien que comunica la razón y el sentido de su vida.

Este es el antes. El cambio de verdad ocurre por una experiencia interior que consiste en experimentar la vida que Jesús vive. Esta experiencia establece una relación íntima entre Jesús y la persona. Convertirse en discípulo es sentir que Jesús vive y, por tanto, que se puede establecer una relación afectiva con él. Ser discípulo es un sentimiento que surge del encuentro con Jesús, tal como le ocurrió a los apóstoles, a Pablo y a los demás cristianos de todas las épocas. Convertirse no es la conclusión obtenida de un razonamiento intelectual, es un sentimiento. El discípulo se siente profundamente amado por Jesús y desea vivir con ese amor todas sus relaciones con los demás.

Una Nueva Vida por Fuera

Una vez que se ha producido el encuentro con Jesús y la persona se siente amada, se inicia una nueva forma de vida. La primera manifestación de ese cambio es que, a partir de ese momento, surge una pregunta que el discípulo se va a hacer constantemente en su vida: ¿qué quiere Dios de mí, cuál es su voluntad sobre mi vida? Esta es la pregunta con la que Pablo invitó a los cristianos de Corinto a la reflexión.

Para buscar la voluntad de Dios, lo primero que hay que comprender es que Dios no es una norma ni una ley, sino un amor que el discípulo ha encontrado y que solo busca el bien de la persona. La pregunta que se plantea el discípulo va más allá de la vocación religiosa, porque la voluntad de Dios se busca en los diferentes aspectos de la vida. La comunidad fundada por Jesús, presente en los diferentes grupos que forman la Iglesia, ayuda al cristiano a buscar y acoger. El discípulo vive en el seno de una comunidad donde se ora y se celebra juntos, y en la que unos a otros se ayudan a encontrar la voluntad de Dios.

El después es una vida nueva por dentro y también por fuera que, además, se manifiesta en la actividad misionera, como hemos visto en el caso de Pablo.

Jesús Siente que su Mensaje es Universal

Jesús vivió hace algo más de veinte siglos en un pequeño lugar del Imperio romano llamado Palestina. Nació, creció y convivió con las gentes de esos lugares y de aquel tiempo. Ellos lo conocieron, escucharon sus palabras y experimentaron su fuerza salvadora. Sin embargo, los evangelios muestran que Jesús tuvo conciencia de que su mensaje y su oferta de salvación trascendían aquel tiempo y lugar, y que estaba destinado a los hombres y mujeres de todos los lugares y de todos los tiempos. Así se lo comentó en varias ocasiones a los discípulos, especialmente en el momento de su despedida definitiva, justo antes de su ascensión al cielo, cuando les pidió que fueran a predicar por todo el mundo. Esto es lo que significa que el mensaje de salvación de Jesús es universal: es para todo el mundo, no solo para las personas que tuvieron contacto directo con él. De hecho, así ha ocurrido a lo largo de la historia.

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