España en el Siglo XVII: La Crisis de 1640 y la Pérdida de la Hegemonía
La Crisis de 1640
En el siglo XVII, España, y especialmente Castilla, sufrió una profunda depresión económica y un destacado descenso demográfico, debido en parte a la costosa política imperialista y a la delegación del poder por parte de los monarcas en sus validos. El reinado de Felipe IV se desenvolvió en un escenario internacional de guerra permanente (Guerra de los Treinta Años), que dejó arruinado al país y lo llevó a un estado de revueltas internas. El intento del conde-duque de Olivares de implementar reformas centralizadoras como la Unión de Armas provocó un gran rechazo. Hubo dos rebeliones especialmente importantes: la de Cataluña y la de Portugal.
Cataluña
El 7 de junio de 1640 se produjo en Barcelona el llamado Corpus de Sangre, que empezó como un conflicto entre segadores y funcionarios reales. El virrey, el conde de Santa Coloma, fue asesinado, y los funcionarios reales perseguidos. Se envió un ejército de 30.000 hombres. Los catalanes pidieron ayuda a Francia y, en enero de 1641, Cataluña quedó bajo protección francesa. La crisis económica y el desarrollo de la guerra provocaron el agotamiento de los catalanes. Finalmente, Barcelona se rindió en 1652, con la condición de que Felipe IV respetara los fueros catalanes.
Portugal
Aprovechando la revuelta catalana, las Cortes portuguesas proclamaron rey de Portugal a Juan IV, duque de Braganza. Fue reconocido por Inglaterra, Francia y los Países Bajos. Los intentos españoles por recuperar el dominio sobre Portugal fracasaron, culminando en la derrota de Villaviciosa en 1665.
Otros Movimientos
Hubo otros movimientos rebeldes, como la conspiración nobiliaria en Andalucía (1641), dirigida por el duque de Medina Sidonia, que también fueron aplastados.
El Ocaso del Imperio Español en Europa
Aunque hubo periodos previos de calma relativa, como la Tregua de los Doce Años con Holanda (finalizada en 1621) y la Paz de Londres (1604) con Inglaterra tras la muerte de Isabel I (que supuso libertad religiosa para comerciantes ingleses en España y el fin de ataques corsarios), la estabilidad era frágil. En 1618, el inicio de un conflicto en el Sacro Imperio Romano Germánico entre protestantes y católicos puso fin a este periodo.
El conflicto local escaló hasta convertirse en una guerra europea, donde las cuestiones religiosas a menudo fueron un pretexto para la lucha por la hegemonía continental: la Guerra de los Treinta Años (1618-1648). Lo que realmente estaba en juego era el mantenimiento del orden internacional basado en la supremacía de la Casa de Habsburgo (tanto la rama española como la austriaca). Se configuraron dos bandos principales:
- Los Habsburgo (España y Austria), que buscaban mantener su hegemonía.
- Las potencias rivales, lideradas por Francia (a pesar de ser católica), que apoyaron a los príncipes protestantes alemanes, Suecia y Holanda, con el objetivo de debilitar a los Habsburgo.
La guerra concluyó con la Paz de Westfalia (1648), que tuvo consecuencias trascendentales para España:
- El reconocimiento definitivo de la independencia de las Provincias Unidas (Holanda).
- La pérdida de la hegemonía española en Europa en favor de Francia, que emergía como la nueva potencia dominante.
España, sin embargo, continuó la guerra contra Francia hasta 1659, cuando se firmó la Paz de los Pirineos. Este tratado supuso dolorosas cesiones territoriales a Francia: el Rosellón, la Cerdaña y diversas plazas en los Países Bajos españoles (Artois).
Durante el reinado de Carlos II, mediante el Tratado de Lisboa (1668), se reconoció formalmente la independencia de Portugal. Además, durante este reinado, España fue víctima de la política agresiva y expansionista del rey Luis XIV de Francia. En la Paz de Aquisgrán (1668), España cedió a Francia Lille y otras plazas fronterizas en los Países Bajos. Posteriormente, en la Paz de Nimega (1678), España entregó a Francia el Franco Condado.