Estructura, Fuentes y Personajes Clave de la Eneida de Virgilio
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Estructura de la Eneida
La Eneida se compone de doce libros; cada uno de ellos parece un todo con entidad propia. Su esquema estructural es claramente perceptible: los seis primeros libros narran las peripecias de Eneas hasta alcanzar las costas de Cartago. Allí el caudillo troyano narra a la reina Dido todos los sucesos acontecidos desde la toma de Troya hasta ese momento. Tras realizar en el libro VI la bajada a los infiernos, a modo del Ulises homérico, el héroe protagoniza en los libros VII al XII, toda una serie de enfrentamientos en tierras italianas hasta alcanzar su objetivo final, la conquista del Lacio.
Fuentes de la Eneida
Sin lugar a dudas, Virgilio tuvo ante sus ojos la Ilíada y la Odisea a la hora de componer la Eneida. Los seis primeros libros evocan las peripecias de Ulises: naufragios, tempestades, estancias en diversas tierras, relatos autobiográficos, lances amorosos, bajada a los infiernos…; episodios de la Eneida recreados a partir de la Odisea. Los últimos seis libros, en cambio, recuerdan las múltiples y variadas estampas bélicas de la Ilíada: duelos singulares, guerreros que se arman minuciosamente, comparaciones desarrolladas y muertes patéticas salpican esta segunda parte de la epopeya. Sea como fuere, la Eneida es un poema latino original y adaptado al gusto y mentalidad de las personas a las que va dirigido. No les era extraño a los romanos, sino todo lo contrario, y la aceptación que tuvo se puede apreciar en distintas inscripciones, no solo en los ambientes cultos de la corte, sino en toda clase de personas.
Personajes de la Eneida
A diferencia de Homero, Virgilio es más un pintor de sentimientos o estados anímicos que de caracteres propiamente dichos. Algunos de los rasgos definitorios de las figuras más importantes de la obra son los siguientes:
- Eneas: Es el héroe de la obra, siempre perseverante en su destino. Su obediencia al mandato divino es constante, a veces obsesiva. Vence dificultades, sortea peligros, alcanza objetivos al modo de los héroes homéricos, pero parece como si algo, el destino, o alguien, la divinidad, tuviera que decir siempre la última palabra en su lugar.