Evolución del Cristianismo: De la Persecución a la Religión Oficial del Imperio Romano
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De Iglesia Perseguida a Iglesia Permitida
Hacia el año 300, el cristianismo se había extendido prácticamente por las zonas más pobladas del Imperio Romano. Los lugares de mayor presencia cristiana se encontraban en Oriente, mientras que en Occidente la evangelización era más lenta. Tras vencer a Majencio en la batalla de Puente Milvio en el año 312, Constantino atribuyó esta victoria al auxilio divino. En el año 313, publicó el Edicto de Milán, que otorgaba la libertad de culto a todos los ciudadanos romanos. De este modo, los cristianos pudieron vivir su fe públicamente en la sociedad romana.
De Iglesia Permitida a Iglesia Oficial
Los emperadores que sucedieron a Constantino, excepto Juliano el Apóstata, fueron restringiendo poco a poco el culto pagano que existía en el Imperio. Se multiplicaron las medidas contra el paganismo y la herejía. Este proceso se completó en el año 380, cuando el emperador Teodosio, con el Edicto de Tesalónica, convirtió el cristianismo en la religión oficial del Imperio. La Iglesia pasó a estar protegida por las leyes y el emperador. La Iglesia influyó mucho desde este momento en la vida social y política. El emperador, por su parte, intentó regular conflictos internos de la Iglesia e, incluso, convocó algunos concilios.
La Nueva Situación de la Iglesia
Protegido por los emperadores con ayudas económicas y legales, el cristianismo se hizo muy presente en las estructuras de la sociedad:
- El calendario se hizo cristiano: el domingo se convirtió en el día de descanso oficial y se celebraron las fiestas importantes del cristianismo.
- Se modificaron leyes contrarias a la moral cristiana: se prohibieron las luchas de gladiadores y el infanticidio, se suprimió la pena de muerte por crucifixión, se liberalizó la condición de esclavos y se favoreció la vida familiar.
- La Iglesia comenzó a disponer de edificios públicos, se construyeron basílicas, se donaron palacios a los obispos y se recibió protección y dinero del Estado.
Esta situación de privilegio comportó nuevos problemas a la Iglesia. El poder civil y político la protegía elevándola a rango de religión oficial, y eso provocó el gran peligro de la contaminación de ese poder político, de la falta de libertad y del posible abandono de los ideales evangélicos.
La Iglesia Fiel a la Tradición Apostólica
Las herejías son interpretaciones erróneas de la doctrina cristiana, y hubo muchas en los primeros siglos del cristianismo. Las herejías suponían un peligro mayor que las persecuciones porque dividían y confundían a la comunidad cristiana. A lo largo de los siglos IV y V se vivió un periodo de dura polémica sobre la figura de Jesús. Los responsables de las Iglesias cristianas trataron de aclarar qué creencias pertenecían a la tradición apostólica y cuáles se alejaban de dicha tradición.
Concilio de Nicea
El Concilio de Nicea condenó la doctrina de Arrio, que afirmaba que Jesucristo no era igual al Padre, sino inferior y que, por tanto, Cristo no era Dios, sino alguien creado por Dios. En este concilio y en el de Constantinopla se fijó la formulación del credo que ha llegado hasta nuestros días.
Concilio de Éfeso
El Concilio de Éfeso abordó la doctrina que afirmaba que en Cristo no estaba la naturaleza divina y que, por tanto, María no era Madre de Dios, sino solo Madre de Jesús. El concilio afirmó que Cristo era Dios y que María era Madre de Dios. El concilio declaró que Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre.
La Formulación de la Fe Cristiana
La rápida expansión del cristianismo y las herejías ocasionaron que la Iglesia viera la necesidad de:
- Definir los dogmas de la fe para evitar falsas interpretaciones.
- Mantener un magisterio o autoridad que garantizara a lo largo de la historia la autenticidad de la fe cristiana.
En estos siglos surgió la necesidad de tener un credo o símbolo de fe que recogiera por escrito las principales afirmaciones de la fe cristiana. Los credos más importantes fueron el credo apostólico y el niceno-constantinopolitano.