Evolución de la Literatura Hispanoamericana del Siglo XX: Del Posvanguardismo al Boom y Más Allá

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Literatura Hispanoamericana del Siglo XX

Del Posvanguardismo a Nuevas Corrientes

Alrededor de 1930, los “extremismos” de las vanguardias habían declinado y se da, por consiguiente, un posvanguardismo cuyo sentido primigenio es similar al posmodernismo aunque con un replanteamiento de los problemas suscitados por la generación anterior y un aprovechamiento de la retórica de los antecesores para convertirla en un instrumento apto para otros derroteros. Para Octavio Paz, existen dos momentos en la vanguardia: un primero correspondiente a la década de 1920, cuyo mayor exponente es Vicente Huidobro, y un segundo periodo coincidente con los años 30, y con Neruda como mejor ejemplo. Hacia 1940 podríamos ya hablar de posvanguardia, con Octavio Paz a la cabeza, donde se inicia una poesía metafísica o trascendente. En cuanto a la forma, existe un retorno a un cierto orden: verso libre combinado con metro y estrofas regulares, se rescata el ritmo y se recuperan, incluso, los estribillos (no hay que olvidar, en este sentido, el influjo de la generación del 27).

Poesía Americana Después de las Vanguardias

Por un lado, la poesía americana después de las vanguardias experimentó un florecimiento creativo diverso y vibrante, reflejando las realidades sociales, políticas y culturales de la región; por tanto, se caracteriza por su diversidad temática, su experimentación formal y su compromiso con la reflexión sobre la identidad, la historia y los desafíos del continente americano. Pablo Neruda es con toda seguridad el poeta más conocido internacionalmente de todos los líricos hispanoamericanos de este siglo. De su amplísima trayectoria poética destacan Residencia en la tierra (una de sus obras fundamentales en la que ofrece una poesía compleja, con imágenes visionarias y enumeraciones caóticas, en la que daba cuenta de una profunda desolación existencial, de obsesiones de descomposición y de muerte) y su obra maestra Canto general (se aprecia un importante cambio en su poesía y, en contacto con los poetas de la generación del 27, sufre una “conversión ideológica”).

Sin embargo, la obra más trascendente y destacable de la poesía hispanoamericana sea, quizás, la de Octavio Paz, quien se centra en el origen del conocimiento y la realidad, en el nacimiento de las propias palabras, dando lugar a una poesía existencial y de una calidad literaria apabullante (en Piedra de Sol exploró temas de identidad y espiritualidad y sorprende con el empleo de elementos míticos de origen azteca).

El Auge de la Novela Regionalista

Por otro lado, en el primer tercio de la centuria se desarrolla en Hispanoamérica la denominada novela regionalista, de carácter realista (la literatura como espejo de la vida y la primacía de los hechos sobre la estructura o el estilo, del contenido sobre la forma) combinado con dos rasgos característicos: la importancia de la naturaleza, que se resiste a ser dominada por la civilización y a la que se someten las vidas de los seres humanos, y la voluntad de reflejar conflictos políticos y sociales (la revolución mexicana y la discriminación indígenas serán dos de los ejes temáticos fundamentales).

Por su parte, dentro de la novela regionalista se distinguen cuatro vertientes:

  1. La novela de la Revolución mexicana: surgen novelas sobre los hechos de la revolución para promover una profunda reestructuración social o la desilusión causada por un proceso de expectativas truncadas, como Los de abajo, de Mariano Azuela.
  2. La novela indigenista: se denuncia la marginación del indio en la sociedad de su tiempo y destacan Alcides Arguedas con Raza de bronce; Ciro Alegría, con El mundo es ancho y ajeno; y Jorge Icaza, con Huasipungo.
  3. La novela gauchesca: narra la existencia nómada y la capacidad del gaucho, jinete de la pampa argentina, para sobrevivir al margen de la civilización (destaca Ricardo Güiraldes con Don Segundo Sombra, donde se encuentran rasgos de la novela picaresca y del Bildungsroman o novela de aprendizaje).
  4. La novela de la tierra: vertiente donde la naturaleza cobra aún más importancia y ante la cual el ser humano queda empequeñecido (destaca La vorágine, del colombiano José Eustasio Rivera).

El Boom Latinoamericano y su Legado

Por su parte, a finales de los años cincuenta y durante la década de los sesenta se produce una eclosión de la narrativa hispanoamericana conocida como el boom. Pese a que cada autor desarrolla un estilo propio, algunas de sus características compartidas son:

  • La problemática existencial (la incomunicación, el desarraigo o la desazón metafísica).
  • El predominio de la ambientación urbana frente a la omnipresencia de la naturaleza.
  • La figura del dictador.
  • El realismo mágico (en las narraciones del boom es muy habitual la inserción de elementos fantásticos, legendarios o míticos en la vida cotidiana de los personajes).
  • El uso de técnicas narrativas de la novela experimental (alternancia de personas narrativas, desorden cronológico y multiplicación de los puntos de vista, monólogo interior, solapamiento de diálogos, discurso ininterrumpido y fragmento o secuencia de extensión variable).

Este movimiento influyó significativamente en la literatura universal y consolidó la voz de Hispanoamérica en el panorama literario internacional: autores como Gabriel García Márquez con Cien años de soledad, Julio Cortázar con Rayuela y Mario Vargas Llosa con La ciudad y los perros, entre otros, marcaron esta época.

La Narrativa Posterior al Boom

Por último, la narrativa posterior al Boom, surgida en Hispanomérica a partir de los años 80, se distinguió por su diversidad temática, por su estilo narrativo variado y por una mayor introspección psicológica. Algunas de las orientaciones más características y de los autores más destacados de los últimos años son los que siguen:

  1. La fusión de géneros: algunas obras esenciales de la narrativa hispanoamericana, como la Trilogía de la memoria de Sergio Pitol, se sitúan en la frontera entre la ficción, la autobiografía, el ensayo, el libro de viajes o el reportaje.
  2. La literatura del yo: en las últimas décadas, hay en Hispanoamérica una eclosión de la literatura del yo en sus diversas manifestaciones - autobiografía, diario o autoficción- y destacan Antes que anochezca, de Reinaldo Arenas, sobre el hostigamiento del autor por parte de las autoridades cubanas a causa de su homosexualidad; Persona non grata, de Jorge Edwards, donde se denunciaba el régimen de Fidel Castro; o Lo que no tiene nombre, de Piedad Bonnett, sobre la muerte de su hijo.
  3. La novela intimista: en algunos autores se aprecia un regreso a lo sentimental, lo íntimo o lo cotidiano, como reacción frente a la pretensión de totalidad de la narrativa del boom; destacan Antonio Skármeta, autor de El cartero de Neruda, o Alfredo Bryce Echenique, con Un mundo para Julius.
  4. La novela posmoderna: aunque toda la narrativa posterior al boom puede considerarse posmoderna, reciben esta denominación las novelas que incorporan elementos de la cultura popular, como Arráncame la vida de Ángeles Mastretta o Boquitas pintadas, de Manuel Puig; las obras que indagan en identidades marginales, reprimidas o silenciadas, como La virgen de los sicarios, de Fernando Vallejo; y las obras incluidas en la llamada novela ecologista, como El viejo que leía novelas de amor, de Luis Sepúlveda.
  5. La novela policiaca –sobre todo, la novela negra- experimenta un gran auge (destaca Leonardo Padura, con las novelas protagonizadas por Mario Conde, o Paco Ignacio Taibo II, con la serie del investigador Héctor Belascoarán Shayne).
  6. Las novelas de contenido político-social: las cruentas dictadoras que se producían en los países del Cono Sur -Chile, Argentina, Uruguay, Paraguay- entre los setenta y los ochenta dieron lugar a novelas en las que sus autores evocaban estos sucesos desde el exilio: Los convidados de piedra, de Jorge Edwards, sobre el golpe de Pinochet; Primavera con una esquina rota, de Mario Benedetti, protagonizada por un preso político; o La novela de Perón, de Tomás Eloy Martínez.

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