El expansionismo de Hitler: De la anexión de Austria a la crisis de los Sudetes
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Elviraje italiano: El Anschluss
Anexión de Austria
En 1938, Hitler consideró que el rearme alemán había culminado y que era el momento del expansionismo. Desplazó a los militares más tibios del Estado Mayor y colocó a ministros de marcada fidelidad nazi. El objetivo era la ocupación de Austria (Anschluss) como primer paso para la recuperación del Lebensraum (Espacio Vital alemán).
El sucesor de Dollfus fue Von Schuschnigg, quien intentó resistir la presión del pangermanismo y en julio de 1936 consiguió de Hitler la promesa de respeto a la soberanía austriaca, a cambio de declarar que Austria era un Estado alemán.
Schuschnigg cedió y suspendió el plebiscito. Hitler exigió que colocase a Seyss-Inquart en la cancillería. El presidente Miklas y el canciller tuvieron que inclinarse a la fuerza y nombrar canciller a Seyss-Inquart.
Elviraje italiano: La crisis checa
Tensión en los Sudetes
En los Sudetes vivían 3,5 millones de habitantes de habla alemana. Esta población, perteneciente a Checoslovaquia, se había sentido discriminada por el nacionalismo checo. En Alemania, los nazis, partidarios de la Gran Alemania, la consideraban parte del Espacio Vital.
Hitler vio con claridad que ese era el siguiente paso que había que dar. Después del Anschluss aumentaron las demandas sobre los Sudetes y en Alemania se desató una campaña de prensa para incorporar una región que se consideraba alemana.
Acuerdos de Munich
A mediados de septiembre, Hitler volvió a ofrecer la “hospitalidad” de su villa montañesa de Berchtesgaden al Primer Ministro británico, Neville Chamberlain, donde le manifestó que la incorporación de los Sudetes al III Reich era la única salida honorable para Alemania. Para evitar una campaña militar, Gran Bretaña aceptó la anexión, siempre que solo se incorporaran al Reich las zonas donde la mitad de la población fuese alemana.
En los Acuerdos de Munich prevalecieron las exigencias de Hitler, que fueron aceptadas por los gobiernos inglés y francés, lo que suscitó protestas y emoción en la opinión pública de los países democráticos. Allí se reconoció y aprobó la incorporación de los Sudetes al territorio nazi.