Exploración del Argumento Ontológico de San Anselmo y la Filosofía de San Agustín

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El Argumento Ontológico de San Anselmo

El argumento ontológico de San Anselmo (siglo XI) busca demostrar racionalmente la existencia de Dios. Según este, la idea de Dios es la de un ser perfecto, superior a cualquier otro. Dado que la existencia real es más perfecta que la existencia mental, Dios no puede ser solo una idea, sino que debe existir en la realidad, ya que negar esto sería contradictorio con su perfección. Esta prueba es a priori, basada únicamente en la lógica de la idea de Dios, sin recurrir a la experiencia. A diferencia de las vías tomistas, que son a posteriori y parten de hechos observables para concluir en la existencia de una causa primera, Dios.

San Agustín de Hipona: Filosofía y Teología

San Agustín de Hipona (354-430 d.C.) es la figura más importante de la patrística. Influido por su madre, Santa Mónica, y la obra Hortensius de Cicerón, se interesó por la filosofía, aunque esta le parecía insuficiente. Abrazó el maniqueísmo, pero lo abandonó por su racionalismo extremo. Su encuentro con Ambrosio lo llevó a comprender la Biblia y convertirse al cristianismo. Fue obispo de Hipona y escribió Confesiones y La Ciudad de Dios.

Verdad e Iluminación

San Agustín afirma que la verdad es universal e inmutable y no puede proceder del alma, que es cambiante. Rechaza la reminiscencia platónica y propone que Dios ilumina las verdades eternas inscritas en el alma humana.

Razón y Fe

Razón y fe son complementarias; la razón aclara la fe, y la fe guía a la razón hacia Dios, fin último del conocimiento.

Existencia de Dios

Basándose en la existencia de verdades universales, la belleza de la creación y el consenso universal, San Agustín demuestra la existencia de un ser trascendente: Dios.

Dualismo

Ve al hombre como una unión de cuerpo y alma inmortal. Aunque sigue un dualismo similar al de Platón, rechaza la preexistencia del alma y adopta el traducianismo.

La Ciudad de Dios

La Historia tiene un sentido lineal, comenzando con la creación divina y terminando con el juicio final. Distingue entre la ciudad terrena (amor propio) y la celestial (amor a Dios). Al final, el bien triunfará sobre el mal.

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