Los Filósofos Presocráticos y la Búsqueda del Arché
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El Flujo Constante de Heráclito
En Éfeso, encontramos a Heráclito, quien afirmó radicalmente el cambio continuo en el cosmos. Según él, todo fluye y nada permanece. Una famosa frase suya ilustra esta idea: "No podemos bañarnos dos veces en el mismo río, pues la segunda vez que nos bañemos, ni el río ni nosotros seremos los mismos".
Para Heráclito, las cosas no se pueden conocer como tal al estar en constante transformación. Incluso en lo aparentemente estático, se produce una continua guerra de contrarios. La armonía en el cosmos proviene de esta guerra de opuestos, no de la colaboración entre elementos. El fuego simboliza este continuo cambio y guerra interior.
El Ser Inmutable de Parménides
Parménides de Elea, monista y espiritualista, sostiene que el "arché" es el ser y que esta realidad solo puede ser observada por aquellos que se elevan por encima de las ilusiones. "El ser es y el no ser no es". El ser es atemporal porque algo existente siempre existió, no puede surgir de la nada. El existente está limitado en el espacio, y el espacio vacío, lo que carece de ser, no puede existir.
Parménides pone en contradicción la lógica con la observación de la realidad. Lleva al extremo la lógica y niega el cambio de la physis. Con él nace la metafísica y la pregunta por el ser.
La Armonía Numérica de Pitágoras
Pitágoras de Samos, máximo representante del dualismo, inaugura la corriente formalista y no materialista. Este filósofo no se cuestiona los componentes de la realidad, sino la estructura, orden o forma de estos. La verdadera esencia de las cosas consiste en la proporción y disposición de sus componentes.
Pitágoras propone como "arché" los números: el par y el impar. A través de varias pruebas, se da cuenta de que puede resolver cualquier cuestión reduciendo todo a números, sosteniendo que la armonía en el cosmos consiste en una proporción numérica.
Los Pluralistas y la Diversidad del Arché
Posteriormente a Parménides, nacen los pluralistas en la mitad del siglo V a.C. Estos buscan una síntesis entre la explicación y la justificación del cambio, la diversidad de los seres y su movimiento. No existe un solo principio del "arché", sino una pluralidad de elementos o partículas materiales.
Empédocles elabora una doctrina con cuatro elementos materiales o "archés" (tierra, agua, fuego y aire) combinados por dos fuerzas cósmicas, Amor (philia) y Odio (sphairos), generando repulsión y atracción.
Anaxágoras sostiene la multiplicidad cualitativa de los componentes del cosmos: las homeomerías o semillas, infinitas y presentes en todo. La diferencia entre los seres proviene de la diversa proporción de las semillas. El cambio es provocado por una fuerza: la mente (Nous), que impone un orden racional en la mezcla de las homeomerías.
Los Atomistas y el Vacío
Demócrito establece que la realidad está compuesta por átomos y vacío. Todo se originó a partir de infinitos átomos que se mueven y chocan por este espacio vacío. Los átomos son infinitos, inmutables y eternos, como el ser de Parménides. Con esta idea, no se necesita recurrir al Nous ni a ningún agente externo. El universo resulta de leyes que el hombre debe descubrir, y de todo lo que percibimos, solo son reales las propiedades cuantitativas, como el peso y el tamaño.