Generacion del 27
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Las vanguardias literarias en las primeras décadas del siglo XX
Las primeras décadas del siglo XX (hasta el estallido de la 2ª Guerra Mundial, aproximadamente) es un periodo de profunda renovación y agitación en las distintas artes, entre ellas la literatura. Se suceden en estos años los movimientos de vanguardia (los llamados ismos), los cuales polemizan con los partidarios del arte y la literatura tradicionales. Las características comunes a los diversos movimientos que surgen son las siguientes:
- Se oponen abiertamente al arte y la literatura anterior: aspiran a crear sus obras sin tener en cuenta las experiencias literarias precedentes.
- Pretenden superar las barreras entre las distintas artes (literatura, música, artes plásticas, etc.) y entre los diversos géneros literarios.
- Son movimientos supranacionales, no ligados a una tradición literaria concreta.
- Rechazan el realismo en la literatura: ésta no debe reproducir la realidad, sino interpretarla de acuerdo con la subjetividad del artista.
- Pretenden provocar y escandalizar con sus obras y sus actitudes contrarias a los criterios estéticos (y, muchas veces, también morales) dominantes en la sociedad de su tiempo.
d) Surrealismo: El movimiento artístico de vanguardia que más ha influido, desde los años 20 en adelante, en buena parte del arte (pintura, escultura, cine) y la literatura de todo el mundo, especialmente en la poesía, a veces se emplea como término “Superrealismo”). El Surrealismo fue creado por una serie de poetas franceses, como Louis Aragon, Paul Eluard, Benjamin Péret, etc., encabezados por André Breton, quien publicó su primer Manifiesto surrealista en 1924.
No pretende ser un simple movimiento de renovación artística, sino que busca una revolución completa, una transformación vital, tanto individual como colectiva. Aspiraba a liberar el poder creador del hombre, para lo cual se debería prescindir del control de la razón, pues ésta está contaminada por la educación, los prejuicios sociales, etc.
Recurren a distintos procedimientos para expresar de forma incontrolada, espontánea, los estados de ánimo y los impulsos profundos y subconscientes (temores, obsesiones, deseos, etc.) del ser humano. En un poema surrealista se entremezclan objetos, conceptos o sentimientos que la razón mantiene separados, aparecen asociaciones libres e inesperadas de palabras, metáforas insólitas, imágenes chocantes e incluso violentas y desagradables. Este lenguaje no se dirige a la razón, sino que pretende despertar en el lector reacciones también inconscientes. Entre las distintas “técnicas” surrealistas cabe señalar las siguientes:
- Se intenta una “escritura automática”, realizada sin reflexión. El poeta registra en su escritura todo aquello que se le pasa por la cabeza, aunque carezca de lógica; son frecuentes las asociaciones incongruentes de objetos, las “enumeraciones caóticas” que agrupan elementos sin una relación aparente, etc.
- Se agrupan al azar frases tomadas de otras obras literarias, periódicos, fragmentos de conversaciones, etc.
- Se da gran importancia a los sueños, en los que se manifiesta el mundo del subconsciente (la obra La interpretación de los sueños, de Sigmund Freud, creador del psicoanálisis, fue muy importante en el origen del Surrealismo). Abundan las “imágenes oníricas”, entre las que cabe señalar las que expresan:
▪ inseguridad respecto a la identidad individual: mutilaciones, castraciones, pérdidas del rostro...;
▪ inseguridad respecto a la posición individual: vuelos, caídas, huidas, cambios bruscos de entorno...;
▪ confusión entre los distintos seres: animalizaciones, cosificaciones, rebeliones de los animales o los objetos, aparición de objetos blandos, presencia de criaturas semihumanas (muñecos, maniquíes, etc.)...;
▪ presencia de un mundo subterráneo, oculto: cavernas, sótanos, trampillas, armarios, cloacas...
- También son apreciadas las creaciones asociadas a enfermedades mentales, a la infancia y a las culturas primitivas, por reflejar mentalidades instintivas, no sometidas al racionalismo del mundo occidental.
Aunque hubo en España (sobre todo, en Canarias) algunos autores que imitaron los procedimientos de los surrealistas franceses, lo más interesante fue la influencia del Surrealismo sobre diversas obras del 27, escritas entre 1928 y el comienzo de la Guerra Civil, de la importancia de Sobre los ángeles (1928), de Alberti, Poeta en Nueva York (1930), de García Lorca, La destrucción o el amor (1933), de Vicente Aleixandre, o Los placeres prohibidos (1931), de Luis Cernuda., entre otras. Estos autores no adoptaron todas las técnicas del Surrealismo francés: apenas practicaron la escritura automática u otros mecanismos de creación inconsciente. Pero sí hubo una liberación de las imágenes poéticas, las cuales prescindieron de la lógica. Además, los poetas del 27 compartieron con los surrealistas franceses y de otros países una actitud de rebeldía contra las normas sociales y los valores morales (religiosos, sexuales, etc.) dominantes.
También tuvo relación con esta influencia el uso del llamado “versículo”: verso libre, sin medida fija ni rima, y normalmente bastante largo (aunque muy irregular: también aparecen versos muy breves). Este tipo de versificación se consideraba el más adecuado para expresar con espontaneidad los impulsos internos.
La Generación del 27 como generación literaria
A mediados de los años 20 se fue dando a conocer un grupo de escritores que, en conjunto, llegarían a constituir la más importante promoción en la poesía española del siglo XX. Generación del 27.Se ha discutido si los poetas del 27 forman una verdadera generación literaria. Se trata más bien de un grupo poético que forma parte de una generación intelectual más amplia, en la que también figuran novelistas, artistas plásticos, cineastas, historiadores, etc. No obstante, el término de Generación del 27 se ha consolidado para nombrar a un grupo relativamente reducido de poetas: Pedro Salinas (1892-1951), Jorge Guillén (1893-1984), Gerardo Diego (1896-1987), Dámaso Alonso (1898-1990), Vicente Aleixandre (1898-1984, premio Nobel de Literatura en 1977), Federico García Lorca (1898-1936), Emilio Prados (1899-1962), Luis Cernuda (1902-1963), Rafael Alberti (1902-1999) y Manuel Altolaguirre (1905-1959). En este sentido, hay que tener en cuenta los siguientes factores:
- No hubo realmente ningún gran acontecimiento que los uniera, pues los hechos históricos más importantes por los que pasaron (la 2ª República, la Guerra Civil, el exilio) sucedieron tras la formación del grupo literario.
- No hubo un líder entre ellos, aunque algunos, como García Lorca, tuvieron una personalidad más destacada.
- Resulta algo grande, aunque no en exceso, la diferencia de edad entre el mayor, Pedro Salinas, nacido en 1891, y el más joven, Manuel Altolaguirre, nacido en 1905. Como contrapartida, tres de estos autores, Federico García Lorca, Dámaso Alonso y Vicente Aleixandre, nacieron en el mismo año: 1898.
- No se opusieron frontalmente a la literatura anterior a ellos. Al contrario, admiraron a los escritores del 98 y del Modernismo, así como a los novecentistas, y consideraron a Juan Ramón Jiménez su maestro.
- Sin embargo, sí formaron un grupo cohesionado: estos autores fueron amigos unos de otros y participaron juntos en diferentes actividades:
▪ Actividades culturales de la Residencia de Estudiantes de Madrid (conferencias, exposiciones, teatro, etc.). En esta residencia vivieron García Lorca y Emilio Prados (así como el pintor Salvador Dalí y el cineasta Luis Buñuel, muy relacionados con Lorca en su juventud), y los demás acudían allí frecuentemente.
▪ Celebración en 1927 del tercer centenario de la muerte de Góngora, lo cual dio nombre al grupo.
▪ Revistas culturales, como la Revista de Occidente, La Gaceta Literaria, Litoral (fundada por Altolaguirre), Carmen (fundada por Gerardo Diego), etc.
▪ Antologías poéticas, como las editadas por Gerardo Diego en 1932 y 1934.
Los géneros literarios en la Generación del 27
Aunque los autores del 27 fueron, ante todo, grandes poetas, algunos de ellos destacaron también en el cultivo de otros géneros literarios. Sus principales contribuciones, al margen de la lírica, se dieron en:
a) Ensayo: Varios poetas del 27 (Salinas, Guillén, Alonso, Cernuda) fueron destacados profesores universitarios, tanto en España como fuera de nuestro país, y realizaron importantes aportaciones a los estudios literarios. En este terreno sobresalen especialmente Pedro Salinas, con sus trabajos sobre literatura española clásica (por ejemplo, Jorge Manrique: tradición y originalidad) y contemporánea (como los ensayos recogidos en Literatura española del siglo XX), y Dámaso Alonso, gran conocedor de la literatura española del Siglo de Oro, y particularmente de la poesía de Góngora.
Fuera del ensayo propiamente dicho, hay que destacar también las memorias, las cartas, los retratos literarios, etc. de algunos de estos poetas. En este terreno, la obra más destacada es La arboleda perdida, deAlberti, tal vez el más brillante libro de memorias en la historia de la literatura española.
b) Traducción literaria: Los del 27 realizaron valiosas traducciones literarias, tanto de poesía como de prosa, dando a conocer en nuestro país a importantes autores extranjeros. Fue el caso, entre otros, de Pedro Salinas, que tradujo del francés parte de la monumental serie narrativa En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust; de Jorge Guillén, traductor del largo poema El cementerio marino, del francés Paul Valéry; de Dámaso Alonso, a quien se debe la primera versión en español de una de las novelas del irlandés James Joyce (Retrato del artista adolescente); de Luis Cernuda, quien tradujo a diversos poetas clásicos y románticos ingleses y alemanes; de Manuel Altolaguirre, autor también de versiones de poetas románticos ingleses, etc.
c) Teatro: Entre los escritores del 27, algunos se dedicaron con cierto empeño a la composición de obras teatrales, aunque éstas suelen destacar más por su lirismo que por sus cualidades estrictamente dramáticas.
Así ocurre con las obras de Salinas (piezas breves en su mayoría, en un solo acto, de tema amoroso o satírico) y de Alberti. Las obras de éste se pueden dividir en dos grupos temáticos: teatro político (en el que sobresale Noche de guerra en el Museo del Prado, escrita en 1956) y teatro poético (con obras como la tragedia alegórica El hombre deshabitado, de 1930, o la farsa El adefesio, de 1944).
Bien distinto es el caso de García Lorca. El teatro de Lorca, aun conservando toda la intensidad lírica de su poesía, tiene también un enorme valor dramático: Lorca es uno de los mejores autores teatrales españoles de todos los tiempos, y probablemente en el siglo XX sólo haya sido superado por Valle-Inclán.
La producción de Lorca destaca por su gran unidad temática: en todas sus obras se expresa, en diversas situaciones y con distintos tratamientos formales, un mismo conflicto trágico: la frustración de los deseos de los protagonistas, condenados a una vida estéril o empujados a la muerte.
Aunque Lorca empezó tempranamente a escribir teatro, su actividad como autor dramático se intensificó considerablemente en sus últimos años, a partir de 1930, periodo en el que compone sus mejores obras. Éstas se pueden clasificar en tres grupos genéricos:
a) Farsas: obras en las que se entremezclan y contrastan elementos líricos y grotescos, y en las que se advierte la influencia de los esperpentos de Valle-Inclán. A este género pertenecen, por ejemplo, La zapatera prodigiosa (1930) y Amor de Don Perlimplín con Belisa en su jardín (1931).
b) Dramas surrealistas: igual que ocurrió en su poesía (con Poeta en Nueva York), también en su teatro se valió Lorca de los procedimientos e imágenes surrealistas, con los que intentaba expresar sus conflictos íntimos más profundos, como su homosexualidad, muy problemática desde el punto de vista de su consideración social en la España de su tiempo. Sus dramas surrealistas (como El público, de 1930, o Así que pasen cinco años, de 1931) tienen un enorme valor literario, pero sus novedades formales impidieron que fueran representados en su momento.
c) Tragedias rurales: en estas obras (Bodas de sangre, 1933; Yerma, 1934; Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores, 1935; La casa de Bernarda Alba, 1936) se manifiesta, con gran realismo y sencillez argumental, pero al mismo tiempo con gran intensidad lírica, el fracaso de los impulsos amorosos y de las ansias de libertad de una serie de mujeres, ahogadas por los convencionalismos sociales y oprimidas por el principio de autoridad.
Evolución de los poetas de la Generación del 27
Simplificando las cosas, se pueden señalar tres grandes etapas:
1ª etapa: hasta 1927
La mayoría de los poetas del 27 tienen en sus comienzos una actitud experimental. En estos años, su poesía obedece al tipo de arte descrito por Ortega y Gasset en su ensayo La deshumanización del arte. Se trata de una poesía formalista y antisentimental. Ortega promocionó las obras de estos autores. En esta línea, se aprecia en sus creaciones el influjo de vanguardias como el Ultraísmo o el Creacionismo. El instrumento técnico esencial de esta poesía son las imágenes, especialmente las metáforas.
Pero el modelo fundamental en esta etapa fue la poesía de J.R.Jiménez. Su influencia sobre los poetas del 27 fue tanto personal. Esta influencia se notó sobre todo en los siguientes aspectos:
- Poesía “pura”, en la que apenas se introducían elementos ideológicos, sociales, biográficos, etc.
- Gran exigencia estética: se defiende una poesía rigurosa, muy trabajada, sin prosaísmos, etc.
- Influencias métricas: los del 27 cultivaron dos tipos de estrofas que también usaba J.R.Jiménez:
▪ Cancioncillas breves, de origen popular.
▪ Estrofas irregulares, generalmente breves, formadas por versos libres, habitualmente cortos.
Después de esta primera etapa, la influencia de Juan Ramón fue disminuyendo.
Otro aspecto de la actitud poética de los miembros del 27 fue su afición a la lírica tradicional castellana. Varios poetas del 27, como Dámaso Alonso y Gerardo Diego, y sobre todo Lorca (en libros como Canciones y Poema del Cante Jondo) y Alberti (Marinero en tierra, La amante, etc.) escribieron poemas en los que se seguía la tradición popular de los siglos XV al XVII (tanto la que se recoge en los Cancioneros y Romanceros anónimos, como la practicada por autores como Gil Vicente o Lope de Vega, entre otros). Aunque este tipo de poesía encierra necesariamente valores “humanos”, los del 27 la utilizaron como medio para la experimentación formal, eludiendo la presencia de contenidos anecdóticos y biográficos en su poesía.
En la concepción de la poesía como una sucesión de imágenes brillantes, predominante en esta etapa entre los autores del 27, fue también muy importante la influencia del poeta barroco Luis de Góngora. Los del 27 vieron cómo en la obra de este poeta del siglo XVII se encontraban ya realizados algunos de sus principales propósitos poéticos: gran exigencia métrica y estilística, invención de un mundo poético muy distinto del mundo real, creación de metáforas originales, etc.
El homenaje a Góngora en 1927 fue un acto de afirmación de su propia existencia como grupo poético que comenzaba a destacar, al tiempo que supuso un ataque contra instituciones como la Real Academia y contra críticos literarios antigongorinos.
La admiración a Góngora y a otros autores clásicos, además de reforzar la afición a la metáfora, estimuló el cultivo de las formas métricas clásicas (sonetos, décimas, silvas, tercetos, etc.).
Aparte de la influencia generalizada, en algunos casos concretos hubo imitaciones directas del complicado estilo de Góngora. Así ocurrió en la Fábula de Equis y Zeda, de Gerardo Diego, en la que se combinan los rasgos del estilo gongorino con el creacionismo, y en la Soledad Tercera(incluida en el libro Cal y canto), de Alberti, que pretende ser una continuación de las “Soledades” del propio Góngora.
2ª etapa: desde 1928 hasta la Guerra Civil
A finales de los años 20 empezó a sentirse un cierto cansancio del exceso de formalismo y la falta de contenidos humanos en la poesía. En ese contexto se produjo, además, la introducción del Surrealismo en España. El Surrealismo, a diferencia de otros movimientos de vanguardia, no ofrece unos planteamientos fríos y deshumanizadores, sino que, pretende dar expresión a todos los sentimientos y preocupaciones del hombre, incluso los más escondidos.
Gran parte de los poetas del 27 se vieron afectados por la influencia surrealista, Jorge Guillén fue quien durante más tiempo se mantuvo fiel a una poesía de tipo intelectual, pura, en la línea de J.R.Jiménez.
Reaparecieron en estos años con toda intensidad los grandes temas de la poesía y especialmente el tema amoroso.. También son de tema exclusivamente amoroso los libros de Salinas de este periodo: La voz a ti debida y Razón de amor. No obstante, la visión del amor en la poesía de Pedro Salinas está bastante alejada de los planteamientos románticos, y conecta más bien con el neoplatonismo renacentista.
Así mismo, entran en la poesía los temas políticos y sociales. Varios poetas, sobre todo Alberti (en libros como El poeta en la calle), pero también otros como García Lorca, Cernuda o Emilio Prados, escriben durante los años de la República una poesía combativa, de agitación revolucionaria. Al estallar la Guerra Civil, casi todos los poetas del 27 toman partido por el bando republicano y manifiestan en su poesía esa actitud.