Giuseppe Verdi: La Perfección de la Ópera Italiana
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GIUSEPPE VERDI (1813-1901)
Sin ruptura con el pasado, lleva la ópera italiana a su mayor perfección.
Salvo el Requiem y algunas otras piezas, todas sus obras fueron escritas para la escena.
Frente al simbolismo mitológico de la ópera alemana y la exuberancia orquestal y coral de la Grand-opéra francesa, opta por un ideal de ópera como representación de dramas humanos a partir de la utilización de una melodía vocal sencilla y directa.
Sus libretos adaptan obras de autores románticos y clásicos.
ETAPAS
Hasta 1858
Es la época del patriotismo y las aspiraciones libertadoras.
Óperas de rico melodismo de raíces rossinianas que basan su efectividad en la voz, relegando las cuestiones de verosimilitud dramática; mantienen un esquema formal bastante rígido.
Muchas de ellas destacan por sus coros: Nabucco.
En el último periodo de esta etapa, sus mejores producciones: Luisa Miller, Macbeth, Rigoletto, La Traviata, Il Trovatore; éstas sobresalen por la caracterización, la unidad dramática y la riqueza melódica. El virtuosismo es progresivamente sustituido por una escritura vocal más realista; al mismo tiempo, la orquesta gana en complejidad y pasa a ser un elemento fundamental del drama.
Entre 1855 y 1871
Compone a intervalos menos frecuentes y recibe encargos de fuera de Italia.
Experimenta en el terreno de la Grand-opéra: Les vêpres siciliennes y Don Carlo.
Solistas, conjuntos y coros están más libremente combinados en el esquema dramático; las armonías se vuelven más atrevidas, mientras que la orquesta está tratada con mayor cuidado y originalidad.
Continúa con los esfuerzos iniciados en Rigoletto por lograr un continuum musical en que recitativos y números se fundan en un todo.
Introduce personajes cómicos: Un Ballo in Maschera, La Forza del Destino.
Utiliza temas o motivos recurrentes "motivos reminiscentes" en momentos cruciales con el objeto de crear unidad dramática y musical.
Los progresos de esta segunda etapa se reúnen en Aída, que funde la cualidad heroica de la Grand-opéra con una estructura dramática sólida, profundidad en la delineación de los personajes y riqueza en el colorido melódico, armónico y orquestal.
Obras tardías
Entre 1871 y 1887, larga etapa sin apenas producción, a excepción del Requiem.
1887: últimas óperas: Otello y Falstaff, obras maestras en que consigue un discurso musical continuo y una perfecta imbricación de la música y la acción dramática.