El Greco: Vida y Obra del Genio Manierista en Toledo

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Domenikos Theotokopoulos, El Greco: Un Genio del Manierismo

Domenikos Theotokopoulos (1541-1614), más conocido como El Greco, nació en Creta, que en aquella época era una colonia veneciana. Recibió su primera formación de manos de artistas bizantinos hasta que en 1560 se trasladó a Venecia. Allí, aprendió de los maestros venecianos la técnica de la pincelada suelta y libre y el colorido brillante, sensual, rico y suntuoso desligado del dibujo, característico de artistas como Tiziano. En Roma, recibió la influencia de Miguel Ángel, evidente en la monumentalidad y los cuerpos poderosos de sus figuras, y de los manieristas, de quienes adoptó el canon alargado y la preferencia por los colores fríos (azules, amarillos, verdes claros), que estarían siempre presentes en su obra. El Greco es, ante todo, un pintor manierista.

A estas características se suma el fuerte carácter religioso de sus obras sacras, una influencia bizantina acentuada en España, y los fuertes contrastes de luz.

El Greco en España

En 1576, El Greco se trasladó a España con la intención de trabajar en la decoración de El Escorial y se instaló definitivamente en Toledo. Mientras esperaba la llamada del rey, pintó retablos para las iglesias de la ciudad y alrededores.

Primeros encargos importantes

  • Su primer encargo importante fueron los lienzos para los retablos de la iglesia de Santo Domingo El Antiguo (Toledo), hoy desmontados y con los lienzos repartidos por varios museos, entre ellos el Prado (La Trinidad).
  • El cabildo le encargó El Expolio (catedral de Toledo, 1577-79), su primera obra maestra, que rompió por completo con la pintura toledana del momento. La túnica roja de Cristo centra la atención del cuadro por su impacto visual. La obra fue muy polémica porque el cabildo la consideraba no ortodoxa, al incluir las tres Marías, que no son citadas en los Evangelios canónicos. Por ello, le pagaron un tercio de lo estipulado.
  • Para darse a conocer, le regaló al rey un lienzo: la Alegoría de la Santa Liga.

San Mauricio y la legión Tebana

En 1580, Felipe II le encargó un gran lienzo para la basílica de El Escorial, sobre el tema de San Mauricio y la legión Tebana (El Escorial). El Greco puso mucho esmero en la obra, consciente de la importancia del encargo, pero al rey no le gustó, quizás por ser demasiado atrevida al aparecer la decapitación del santo en el fondo a la izquierda (tema principal), colocando en primer plano las deliberaciones entre San Mauricio y sus compañeros de martirio sobre lo que tenían que hacer.

En esta obra se puede apreciar su estilo maduro:

  • Monumentalidad
  • Figuras muy alargadas
  • Uso de colores fríos, sobre todo esa extraordinaria gama de tonos verdes
  • Representación de dos escenas, una terrestre, real, y otra celestial ("rompimiento de gloria"), rasgo manierista que tendrá mucho éxito en la pintura barroca.

Últimos años en Toledo

El resto de su vida, perdido el favor real, El Greco trabajó para las iglesias y órdenes religiosas de Toledo y para particulares, realizando numerosos retratos. En 1586, pintó su obra más famosa: El entierro del Conde de Orgaz (iglesia de Santo Tomé, Toledo), que representa la leyenda de la bajada del cielo de San Esteban y San Agustín para enterrar al Señor de Orgaz, como premio a su bondad.

La obra presenta dos registros:

  • Terrenal: con el entierro descrito y un grupo de personajes que asisten al sepelio, que son retratos de amigos suyos, incluido su hijo y su autorretrato.
  • Celestial: representa la ascensión del alma del difunto, en presencia de la Deesis y santos.

La gama de colores es fantástica, sobre todo la extraordinaria túnica blanca del sacerdote y el gran detallismo de las capas de los dos santos.

Otras obras destacadas

  • Retablo del Hospital de la Caridad, de Illescas (Toledo, 1603).
  • Varios Apostolados (los doce Apóstoles y Jesús).
  • De los numerosos retratos, casi siempre sobre fondo negro, destaca el del Caballero de la mano en el pecho (Prado).
  • También pintó algún paisaje, caso raro en la pintura española renacentista, como la Vista de Toledo (Metropolitan Museum, Nueva York, 1597).

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