La Iglesia como Pueblo de Dios: Significado y Consecuencias

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LA IGLESIA, PUEBLO DE DIOS

1. Originalidad de la idea de Pueblo de Dios

La concepción de la Iglesia como pueblo de Dios es una de las ideas más sobresalientes del Vaticano II. La designación de Iglesia como “pueblo de Dios” no es una imagen de la Iglesia al lado de las otras, a pesar de que hayan tenido una tradición más larga que la de pueblo de Dios. Hay que reconocer “en esta orientación bastante nueva una de las mayores originalidades tanto de la constitución como del concilio”. El capítulo 2 de la Lumen Gentium pretende presentar lo común a todos los miembros de la Iglesia y los capítulos 3 y 4 tratarán de establecer las diferencias existentes entre los diversos miembros de ella. El concilio comienza su reflexión teológica con la idea del misterio de la Iglesia y establece que la Iglesia es el pueblo de Dios (lo comunitario y lo personal como lo más determinante).

2. Pueblo de Dios en la Lumen Gentium

En la Lumen Gentium se dice claramente que Dios quiso siempre salvar a los hombres en grupo y no de forma individual. Así se eligió un pueblo, el pueblo de Israel, algo que es perfeccionado por Jesús, a través de su nueva alianza. Jesús es la cabeza de este “pueblo mesiánico”.

Con ello, se establece la relación entre Israel, que ya se llamaba Iglesia, y el nuevo pueblo de Dios, que es la Iglesia de Cristo. Este pueblo tiene unas cualidades:

  • Es un pueblo de sacerdotes: la celebración de los sacramentos actualiza esta sacerdotalidad de todo el pueblo.
  • Es un pueblo de profetas: en la proclamación de la fe y en la manifestación de sus carismas.
  • Este pueblo es universal, católico: “Todos los hombres están invitados a la unidad católica del Pueblo de Dios y llamados a la salvación por la gracia de Dios”. El concilio va a establecer una relación de todos los hombres con la Iglesia.
  • Carácter misionero del pueblo de Dios: “la Iglesia ora y trabaja al mismo tiempo para que la totalidad del mundo se transforme en Pueblo de Dios, Cuerpo del Señor y Templo del Espíritu y para que Cristo dé honor y gloria al Creador”.

3. Consecuencias de la Iglesia como pueblo de Dios

Todos los creyentes son pueblo de Dios, esta ha sido la aportación más práctica del Concilio. Se trata de acercarse a la realidad “ecclesia” partiendo de aquello que nos hace a todos iguales: somos miembros de la comunidad creyente en Cristo.

Si de verdad creemos que la Iglesia es “pueblo de Dios” se hace una crítica a la “clericalización de la Iglesia” excluyendo:

  • La identificación entre Iglesia y una parte de ella.
  • Una estructuración concreta tal que impida que se transparente la igualdad esencial de todos los miembros del mismo pueblo.

El pueblo de Dios abre a la universalidad. No se puede concebir la iglesia comenzando por el individuo. Para entender la Iglesia hay que partir de todo el pueblo, de la comunidad en la que el individuo está incorporado, de forma personal y libre. La salvación que Jesús predicaba era la salvación para todo el pueblo.

La Iglesia como pueblo de Dios es signo e instrumento de la unión íntima del género humano con Dios. La salvación que Dios ofrece engloba a toda la humanidad, es la convocada por Dios a unirse a su pueblo. La Iglesia, por ello, no puede sentirse exclusiva de esa salvación divina.

El Pueblo de Dios lo es también por libre decisión humana. El pueblo de Dios no existe sin hombres ni mujeres, la Iglesia no está por encima de las personas que la forman sino que la Iglesia somos nosotros, “la comunidad de los creyentes, que Dios ha congregado para formar su pueblo”.

4. El pueblo de Dios es un pueblo histórico: no a la idealización de la Iglesia

Si la Iglesia se entiende a sí misma como pueblo de Dios siempre será “un pueblo vivo, congregado de entre los pueblos de este mundo y que camina en medio y a lo largo de los tiempos”.

Este carácter histórico hace imposible ver a la Iglesia ajena a todo error, a toda equivocación y a todo pecado. La Iglesia será siempre la Ecclesia semper reformanda (Iglesia siempre reformándose), sujeta también al juicio de Dios y que necesita cada día convertirse y confiar en la misericordia de Dios.

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