Maestros de la Pintura: Velázquez, Picasso y Goya - Evolución y Legado

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El Realismo Barroco: Velázquez

Diego Rodríguez de Silva Velázquez, el genio más grande del arte español, abarcó todos los géneros pictóricos. Aprendió en el taller del que acabaría siendo su suegro, Francisco Pacheco. Realizó dos viajes a Italia; el primero de estudios, donde recorrió gran parte del país hasta llegar a Roma. Allí copió en el Vaticano a Rafael y Miguel Ángel, cuyas experiencias reflejará en “La fragua de Vulcano”. Su segundo viaje fue con la embajada para comprar estatuas clásicas y pinturas modernas para completar la colección de la familia real. Entonces retrató al pontífice Inocencio X, quien según la leyenda exclamó “troppo vero” al verlo, sorprendido por la excesiva veracidad.

Esta segunda estancia en territorio italiano se retrasó tres años porque nació su hijo Antonio, cuya madre era una dama romana, a la que retrató en la Venus del espejo. Cuando volvió a España fue nombrado aposentador de Palacio, y poco antes de morir, recibió el hábito de la Orden de Santiago.

Su estilo evoluciona y se puede dividir en dos etapas que coinciden con su estancia en Sevilla (joven y en formación) y la estancia en Madrid (ya maduro). En Sevilla su arte destaca por el tenebrismo caravaggiesco, el color terroso y los contornos muy precisos que presentan las figuras, los cuales recuerdan a las esculturas de Martínez Montañés y las cuales el artista conocía porque estas figuras las policromaba Pacheco en el mismo taller donde Velázquez aprendía. Destacan La vieja friendo huevos y El aguador de Sevilla.

En 1630, tras familiarizarse con las pinturas procedentes de El Escorial y regresar de Italia, se nota un cambio de rumbo en su estilo. Descubrió que la luz, además de iluminar, permite captar el aire entre las figuras y los objetos. Las formas pierden así precisión, pero los colores ganan en intensidad, comenzando a utilizar una gama de grises plateados. Retrató en varias ocasiones a la familia real y a otros personajes destacados como al general Ambrosio de Spínola, a quien inmortalizó en el cuadro de La rendición de Breda o Las lanzas.

En la recta final de su vida pintó dos obras maestras, La familia de Felipe IV y Las hilanderas, ambas actualmente en el Museo del Prado.

Las Meninas: Un Retrato Múltiple

La familia de Felipe IV, conocida popularmente como Las Meninas, es un retrato múltiple. Todos los personajes están dispuestos frontalmente. Sale autorretratado el propio Velázquez pintando en un cuadro a los reyes Felipe IV y doña Mariana de Austria, que estarían en el lugar del espectador. Al lado del pintor salen las meninas Isabel de Velasco y Agustina Sarmiento, flanqueando a la infanta Margarita, que tiene a su lado a la deforme enana que resalta la belleza de su dueña y el bufón enano Nicolás Pertusato, que está pisando el mastín. Detrás salen doña Marcela de Ulloa y el mayordomo Diego de Azcoitia, y al fondo, en las escaleras, don José Nieto, el aposentador.

Las Hilanderas: Mitología y Cotidianidad

En el cuadro de Las hilanderas desarrolla la fábula de Aracne, según la narración contenida en Las metamorfosis de Ovidio. Trata un asunto mitológico como si fuera una escena vulgar de género, desprovista de referencias heroicas y retóricas.

El Cubismo y Picasso

El cubismo es una corriente que reduce a cubos las figuras, los objetos y los paisajes. Supone una ruptura con las artes plásticas conocidas hasta entonces. Pablo Ruiz Picasso es el líder de esta revolución estética. Su padre era profesor de dibujo en la Escuela de Artes y Oficios de Málaga. Picasso le acompañaba a sus destinos de La Coruña y Barcelona, donde frecuentaba la cervecería de “Els Quatre Gats”, reuniéndose con representantes del Modernismo. En las tertulias, dos aspectos resaltan: la crítica al academicismo y la presencia de la novedad en París. Rápidamente se traslada a Madrid.

Período Azul y Rosa

Entre 1901-1904 está en el período azul, que es una reacción frente al impresionismo y en el que expresa una humanidad de tipos escuálidos, infelices y dolientes. En 1904 se establece definitivamente en París, abandonando la melancolía y aclarando su paleta, dando así comienzo al período rosa, en el que crea una iconografía de personajes de circo y teatrillos ambulantes.

Las Señoritas de Avignon: El Inicio del Cubismo

En 1906 conoce las obras de Cézanne, y en 1907 crea Les demoiselles d’Avignon (Las señoritas de Avignon), considerada la primera obra cubista. Representa a un grupo de cinco prostitutas desnudas de la calle Avinyó en Barcelona. Salen en una pose exhibicionista para captar a los clientes. Cuando Picasso mostró este cuadro a sus amigos quedaron espantados por la fealdad de los rostros de alguna de estas prostitutas, que se habían inspirado en tallas africanas. Además, los cuerpos femeninos estaban formados por bloques geométricos. La joven que aparece sentada muestra a la vez el rostro, el pecho y la espalda, rompiendo con cualquier norma de la perspectiva. Decepcionado guardó este cuadro en su taller, intuyendo que cambiaría la historia del arte, decidido a seguir experimentando.

Cubismo Analítico y Sintético

En el cubismo analítico, Picasso se centra en el paisaje y la figura humana. El método se mantiene igual, descomponer geométricamente las formas y luego ensamblarlas mostrando sus cuatro planos en el lienzo. Destaca “La serie de paisajes de Horta del Ebro”. Pronto se da cuenta de que si sigue por ese camino puede caer peligrosamente en la abstracción, abandonando al descubrir la variedad de posibilidades que aportaba el collage.

El collage es el encargado de inaugurar el cubismo sintético. Se incorporaron objetos reconocibles a las pinturas, como recortes de periódico, que permite al espectador distinguir letras, palabras y números, o una partitura, donde se identifican notas musicales. También se incorporaron otros elementos como un menú de restaurante o una cajetilla de tabaco. Un ejemplo es Naturaleza muerta con asiento de rejilla. Realiza posteriormente las dos versiones de Los tres músicos. Su obra más famosa es el Guernica, encargado por la República española para decorar su pabellón en la Exposición Universal de París.

Un Creador Independiente: Francisco de Goya

Francisco de Goya y Lucientes, pintor difícil de clasificar en un estilo, vivió entre los siglos XVIII y XIX. Trabajó para cuatro reyes: Carlos III, Carlos IV, José Bonaparte y Fernando VII. Trabajó con el Neoclasicismo y el Romanticismo, aunque a lo largo de su producción anticipa los cambios radicales que va a experimentar la pintura: su pincelada se suelta y anticipa el impresionismo, sus fantasías sobre sueños y mundos irreales anticipan el surrealismo y el desgarro de su mundo interior abre paso al expresionismo. Dominó todas las técnicas: la pintura mural al fresco, de caballete (óleo sobre lienzo), los cartones para tapices y los grabados. Dominó también todos los géneros: el retrato, el bodegón, de temática religiosa e histórica y la escena costumbrista.

Inicios y Formación

Sus inicios fueron bastante difíciles, fue rechazado dos veces por el jurado en los concursos de la Academia de San Fernando para conseguir la beca de Roma. Ante esta situación, decidió pagarse él mismo el viaje a Italia, donde también fracasó en un concurso de su academia en Parma con el lienzo Aníbal cruzando los Alpes. Cuando volvió a Zaragoza trabajó en la bóveda del Coreto de la basílica del Pilar. Se casó con Josefa Bayeu, que pertenecía a una familia de pintores. Su cuñado y padrino de bodas era un artista de éxito que vivía en Madrid, y él fue quien reclamó a Goya para que se trasladara a la Corte.

Cartones para Tapices y Obras Religiosas

Más tarde es contratado por la Real Fábrica de Santa Bárbara para diseñar los cartones que posteriormente los artesanos convertirían en tapices. Con ellos se decorarán los comedores y dormitorios de las casas de los Príncipes de Asturias. Se pintaron toreros, actrices, gente del pueblo de Madrid… Destacan La gallinita ciega, El quitasol, La cucaña y El columpio.

La Casa de Osuna le encarga los cuadros de la vida de San Francisco de Borja, para la Catedral de Valencia. Realiza también el fresco de la ermita de San Antonio de la Florida en Madrid.

Retratos y Fama

Los retratos fueron los que le otorgaron la fama, tanto colectivos como individuales, de literatos e intelectuales y de la nobleza femenina, con el retrato de la marquesa de Santa Cruz y las duquesas de Osuna y Alba. También pintó a Carlos IV, junto con su grupo familiar, inspirándose en Velázquez con Las Meninas.

La Sordera y el Cambio de Estilo

Posteriormente viaja a Sevilla, donde cae enfermo, quedando sordo. En Cádiz, donde se traslada posteriormente, decora el oratorio religioso de la Santa Cueva. Allí vive seis meses como invitado de la duquesa de Alba, en su palacio del Coto de Doñana. El pintor mantuvo relaciones con la joven viuda, a la que retrató en los cuadros de la Maja vestida y Maja desnuda.

Pero la sordera y el destierro de sus amigos marcan un antes y un después en su producción, dando lugar a las desgarradas obras de Los caprichos, Los desastres, Los disparates y los cuadros de su Serie negra. Destaca la serie Los caprichos, concebida en forma de libro ilustrado para ser comentados sus grabados en las tertulias. Es una sátira de los vicios y debilidades sociales.

Guerra de la Independencia y Últimos Años

La invasión napoleónica y la Guerra de la Independencia quedarán reflejadas en los grabados que componen Los desastres y en los cuadros del 2 y 3 de mayo. En Los desastres recoge la crueldad de ambos bandos.

Goya representa La carga de los mamelucos en la Puerta del Sol, mostrando la violencia del estallido popular y Los fusilamientos de La Moncloa, que ilustra la represión francesa a los patriotas. También pintó obras sobre el mundo de los toros con La tauromaquia o faenas gloriosas del toreo como Pepe-Hillo.

El artista compra una finca que llamará en honor a su propietario la “Quinta del Sordo”, donde decora las paredes con la representación de un mundo de aquelarres, brujas, machos cabríos y el duelo a garrotazos. Son las expresionistas Pinturas negras. Con miedo, tras la restauración de la monarquía absoluta por los Cien Mil Hijos de San Luis, Goya retrata al rey Fernando VII. Tiene algunas acusaciones y su situación se hace incómoda, de manera que busca el exilio en Francia, donde pinta La lechera de Burdeos, un adelanto del impresionismo.

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