Obras maestras del Barroco español: Ribera, Zurbarán, Murillo y Velázquez
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José de Ribera
El Martirio de San Felipe (Siglo XVII)
Esta obra de temática religiosa pertenece a la época inicial de Ribera. Se aprecia la influencia del tenebrismo, aunque el artista comienza a apartarse de él. Es una obra realista que representa a San Felipe con un cuerpo de avanzada edad, tratando de conseguir las calidades de la piel. No se recrea en lo macabro. La composición se organiza mediante diagonales, con un poste central que focaliza la atención en San Felipe.
La Inmaculada de Monterrey (Siglo XVII)
Encargada por el Virrey para regalarla a un convento de Salamanca, esta obra representa la Inmaculada sobre una media luna y rodeada de ángeles. No hay movimiento en el cuerpo, sino en el manto. Pertenece a la época en la que Ribera deja el tenebrismo y utiliza colores luminosos.
Francisco de Zurbarán
San Hugo en el refectorio
Representa a San Hugo, fundador de los Cartujos. La obra integra tres cuadros en uno: los bodegones de la mesa, los retratos de los frailes y una escena de la Virgen con el Niño al fondo, en un cuadro. La composición es muy simple y los contornos están muy marcados.
La apoteosis de Santo Tomás de Aquino
La composición de esta obra es muy simple, dividida en dos registros: cielo y tierra. A la derecha de Santo Tomás se encuentran San Ambrosio y San Gregorio, y a su izquierda San Jerónimo y San Agustín. En la parte inferior aparecen los personajes principales de la orden y Carlos V.
Bartolomé Esteban Murillo
La Inmaculada
La Virgen aparece en el centro, representada como una joven flotando sobre nubes y rodeada por ángeles. Viste una túnica blanca, símbolo de pureza, y un manto azul, que la identifica como reina de los cielos. La composición está marcada por una diagonal formada por los ángeles. La luz se centra en la figura de la Virgen, mientras que los extremos superior izquierdo e inferior derecho quedan en penumbra.
Diego Velázquez
Los Borrachos (El triunfo de Baco)
Este cuadro de temática mitológica, también llamado El triunfo de Baco, dispone hábilmente numerosos personajes, ofreciendo una lectura cotidiana del mito representado. El tenebrismo está presente, aunque la escena se abre gracias a la influencia veneciana. Es un cuadro realista y de composición cruzada.
La Rendición de Breda (Las Lanzas)
Representa la guerra que enfrentó a España con los Países Bajos, exactamente el momento en el que Justino de Nassau entrega a Ambrosio Spínola las llaves de la ciudad de Breda. La composición es muy equilibrada. La iluminación se centra en la escena central. A la izquierda se encuentran las tropas holandesas y a la derecha las españolas, con lanzas que dan el sobrenombre al cuadro. Al fondo se aprecia la ciudad de Breda. Velázquez aparece representado a la derecha del caballo. Los colores usados son claros y fríos, y la composición es equilibrada, con una técnica perfecta.
Las Hilanderas (La fábula de Aracne)
El cuadro recoge el tema mitológico de la fábula de Aracne y Atenea. La composición del tema se dispone en dos escenas. En primer plano, Aracne de espaldas y trabajando, y Atenea disfrazada de anciana, pero con una pierna de mujer joven. Al fondo, el tapiz realizado por Aracne, Atenea y tres mujeres que contemplan el momento en que ésta convierte a Aracne en araña. Velázquez emplea pinceladas sueltas, difuminando los contornos de las figuras (perspectiva aérea).
Las Meninas
El óleo representa a Velázquez pintando un cuadro mientras se desarrolla una escena cortesana. Al lado del pintor se encuentran la infanta Margarita, acompañada de María Agustina de Sarmiento, Isabel de Velasco, Mari Bárbola y Nicolasito Pertusato. Al fondo, el aposentador, y reflejados en un espejo, los reyes Felipe IV y Mariana de Austria.
La profundidad se consigue gracias al uso de distintas líneas en las que se van colocando los diferentes personajes. El aposentador José Nieto es el punto de fuga. Además de la perspectiva, para dar profundidad, Velázquez difumina el contorno de las figuras según se alejan. La luz incide directamente sobre los rostros, mientras que el resto de la composición queda más oscura, jugando con el claroscuro.