Obras Maestras del Renacimiento y Manierismo: Tiziano y El Greco

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Carlos V a caballo en Mühlberg por Tiziano

El emperador Carlos V está representado sobre un caballo negro con su armadura y atuendos de guerra, delante de un paisaje boscoso de raíz germana para simbolizar el lugar real (la batalla de Mühlberg). Tiziano representa al emperador con cierta idealización, disimulando sus defectos craneales conocidos.

Destaca sobre todo la pincelada suelta y expresiva del pintor, así como su lenguaje pictórico a través de los colores abigarrados y saturados, que en esta obra adquieren tonalidades apasteladas. La influencia de la pintura de paisaje nórdica está presente no solo en los árboles, sino también en los colores crepusculares del cielo, un cielo apoteósico que enfatiza la sacralización de la imagen del emperador.

Este retrato constituye el momento cumbre de Tiziano al servicio de la casa imperial, donde pictóricamente lleva al máximo sus premisas de dar al color y a la pincelada más importancia que a la línea. La armadura y la vestimenta aún se conservan en el Palacio Real de Madrid.

La obra fue encargada por su hermana, María de Hungría, para celebrar la victoria de su hermano sobre los protestantes en la batalla de Mühlberg. Simboliza la victoria del cristianismo (catolicismo) ante el protestantismo.

La Adoración de los Pastores por El Greco

Destinado a la capilla funeraria de El Greco en la iglesia toledana de Santo Domingo el Antiguo, es el último cuadro de esta serie temática. De composición vertical, la escena se desarrolla en dos zonas superpuestas, donde se unen el ámbito celestial y terrenal.

Todos los personajes están dispuestos alrededor de la escena principal, donde María sostiene con delicadeza al Niño Jesús y San José se muestra en actitud recogida. La perspectiva solo está insinuada en la arquitectura del fondo, que parece abrirse a un paisaje más esbozado que pintado. El Niño es el foco violento de luz que alumbra a todos los personajes de la obra.

Destaca la manera manierista con la que se representa a los pastores, con un canon muy alargado y unas posturas forzadas con escorzos, así como el cromatismo de tonos ácidos casi incandescentes, que tuvieron gran reconocimiento en el siglo XX. La fuerza de las pinceladas largas y rápidas, junto a la ausencia de dibujo, crea unas formas abiertas que se deshacen integrándose en el conjunto de la composición. El tema de la adoración está recogido en el Evangelio de Lucas.

El Martirio de San Mauricio por El Greco

Después de la muerte de Juan Fernández de Navarrete "El Mudo", Felipe II encargó a El Greco uno de los altares laterales para El Escorial, dedicado al Martirio de San Mauricio y la Legión Tebana. El Greco divide la escena en dos mitades: la inferior, con personajes conversando, y la superior, con la representación de la gloria con ángeles entre nubes. Una gran diagonal separa ambas partes, dinamizando la composición.

Otro aspecto importante es la manera manierista de llevar a segundo plano la escena principal del martirio del santo y su legión. Destaca la primacía del color sobre el dibujo y la deformación manierista de las figuras de cabeza pequeña. La luz crea un claroscuro que sirve para dotar a las figuras del primer término de mayor volumen. Frente al estatismo del grupo principal, destacan los escorzos forzados de los ángeles de la zona superior.

En la composición, El Greco mezcla personajes hagiográficos con personajes reales y contemporáneos del pintor. Destacan dos personajes relacionados con la monarquía española: Manuel Filiberto, Duque de Saboya, y Alejandro Farnesio.

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