Pepe el romano

Poncia: Es la criada principal de Bernarda, tiene su misma edad, su misma fortaleza y una mentalidad similar. También es autoritaria y cruel .Lleva treinta años en la casa, con lo que puede considerarse como de la familia. Pero ello no le impide odiar a Bernarda de una forma contenida. La sirve por egoísmo, por necesidad, pero la odia. Está al tanto de todo lo que ocurre, da consejos tanto a Bernarda como a las hijas y hace advertencias acerca de los conflictos.El papel de Poncia adquiere una importancia esencial en la obra en dos vertientes complementarias que acentúan el carácter  dramático de la acción:  Es la confidente de Bernarda, su actuación adquiere tintes premonitorios.

La Criada: Al principio actúa como interlocutora de Poncia: le da pie para que desarrolle su crítica sobre el ama. Luego alcanza protagonismo ya que Por un lado, maltrata a la mendiga que pide las sobras, a la que despide como a un perro; Por otro, ejercita una dura crítica social contra los que están por encima de ella; En el resto de la obra mantiene un papel secundario.

María Josefa Es la vieja madre de Bernarda. A sus 80 años conserva todavía una gran fuerza, pero sufre demencia senil, por lo que su hija la mantiene encerrada. Da voces para que Bernarda la deje salir y dice que quiere casarse. María Josefa, en sus dos apariciones, se expresa con un lenguaje incoherente,  y a la vez lleno de lirismo. En medio de sus frases revela la verdad de los problemas centrales de las mujeres de la casa: el deseo de matrimonio en contra de la soltería, el ansia de libertad.

Pepe el Romano Pepe, de 25 años, es el novio de Angustias, a quien pretende por interés económico, pero en realidad se siente atraído por Adela, con quien mantiene relaciones, y es además objeto de la oscura pasión de Martirio.

Por lo visto, Lorca se inspiró para este personaje en una persona real, un individuo llamado Pepe el Romilla. El cambio de nombre da al personaje una aureola mítica (Roma = imperio, fuerza). Es un personaje omnipresente y actúa como desencadenante del conflicto dramático. Domina la casa con una presencia inquietante e incierta, que no se puede ubicar exactamente en el espacio ni en el tiempo.