La Persona Humana y sus Derechos: Perspectiva desde la Doctrina Social de la Iglesia
Clasificado en Religión
Escrito el en español con un tamaño de 4,91 KB
Contenido
- DSI y Principio Personalista
- La persona humana: Imago Dei
- La persona humana y sus múltiples dimensiones
- Los Derechos Humanos
I. DSI y Principio Personalista
La Iglesia ve en cada ser humano la imagen viva de Dios mismo; imagen que encuentra su plena razón de ser en el misterio de Cristo, Imagen perfecta de Dios.
A este hombre es a quien la Iglesia se dirige y le presta el servicio más alto, recordándole constantemente su altísima vocación: Cristo, Hijo de Dios, “con su encarnación se ha unido, en cierto modo, con todo hombre” (GS 22).
Toda la vida social es expresión de su inconfundible protagonista: la persona humana. La Iglesia en múltiples ocasiones ha afirmado la centralidad de la persona humana en todos los ámbitos y manifestaciones de la sociabilidad:
“lejos de ser un objeto y un elemento puramente pasivo de la vida social”, el hombre “es, por el contrario, y debe ser y permanecer, su sujeto, su fundamento y su fin”…
Toda la doctrina social se desarrolla a partir del principio que afirma la inviolable dignidad de la persona humana. La Iglesia ha buscado tutelar la dignidad humana frente a todo intento de proponer imágenes reductivas y distorsionadas; además, ha denunciado repetidamente sus muchas violaciones.
II. La persona humana: Imago Dei
El mensaje fundamental de la Sagrada Escritura anuncia que la persona humana es criatura de Dios (cf. Sal 139,14-18) y la distingue en su ser a imagen de Dios: “Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, macho y hembra los creó” (Gn 1,27).
Unidad de la persona humana
El hombre ha sido creado por Dios como unidad de alma y cuerpo; es en la unidad de alma y cuerpo donde ella es el sujeto de sus propios actos morales.
- No es lícito despreciar la vida corporal: se “debe tener por bueno y honrar el propio cuerpo, como criatura de Dios que ha de resucitar en el último día”.
- Por su espiritualidad el hombre supera a la totalidad de las cosas y se descubre superior al mundo material, por su dignidad única de interlocutor de Dios.
Respeto de la dignidad humana
- Una sociedad justa puede ser realizada solamente en el respeto de la dignidad trascendente de la persona humana.
- Todos los programas sociales, científicos y culturales, deben estar presididos por la conciencia del primado de cada ser humano.
- En ningún caso la persona humana puede ser instrumentalizada para fines ajenos a su mismo desarrollo, sean de carácter económico, social o político.
- Ni siquiera en nombre del presunto progreso de la comunidad civil en su conjunto o de otras personas, en el presente o en el futuro.
La libertad de la persona
- El hombre puede dirigirse hacia el bien solo en la libertad, que Dios le ha dado como signo eminente de su imagen:
- “Dios ha querido dejar al hombre en manos de su propia decisión (cf. Si 15,14), para que así busque espontáneamente a su Creador y, adhiriéndose a éste, alcance la plena y feliz perfección.
- La dignidad humana requiere que el hombre actúe según su conciencia y libre elección, es decir, movido e inducido por convicción interna personal y no bajo la presión de un ciego impulso interior o de la mera coacción externa”.
- La libertad no se opone a la dependencia creatural del hombre respecto a Dios. El poder de determinar el bien y el mal no pertenece al hombre, sino sólo a Dios.
Igual dignidad para todas las personas
- La imagen de Dios en cada uno es el fundamento último de la radical igualdad y fraternidad entre los hombres, independientemente de su raza, Nación, sexo, origen, cultura y clase.
Es necesario crear condiciones de igualdad de oportunidades entre hombre y mujer; una igualdad objetiva entre las diversas clases sociales ante la ley.
“Masculino” y “femenino” diferencian a dos individuos de igual dignidad, que, sin embargo, no poseen una igualdad estática, porque lo específico femenino es diverso de lo específico masculino.
Esta diversidad en la igualdad es enriquecedora e indispensable para una armoniosa convivencia humana.