La Primera Guerra Carlista (1833-1839): Causas, Desarrollo y Consecuencias
La Primera Guerra Carlista (1833-1839)
Desarrollo de la Guerra
La Guerra se desarrolló en varios frentes a lo largo de dos etapas claramente diferenciadas. En la primera etapa, el ejército carlista se hizo con el dominio de amplias zonas rurales del norte del país, llegando a establecer en Estella (Navarra) la Corte del autodenominado Carlos V, aunque fracasó en la conquista de los grandes núcleos urbanos, como Bilbao, en cuyo cerco moriría el líder militar carlista en 1835. El fracaso ante Bilbao orientó la acción militar carlista en una segunda etapa en dos direcciones: por un lado, se potenció la actividad de las guerrillas en el Maestrazgo y, por otro, se organizaron diversas expediciones militares, como la del general Gómez en 1836 o la del propio D. Carlos, que recorrieron el país buscando más apoyos para la causa carlista, pero sin conseguir la adhesión de los principales núcleos urbanos y fracasando ante las puertas de Madrid.
El fracaso de la estrategia carlista frente a los éxitos del ejército “cristino” tras la decisiva batalla de Luchana, dirigido por el General B. Espartero, propiciaron la firma en Vergara en 1839 de un Convenio por el cual el sector moderado del carlismo reconocía el trono de Isabel II y con ello el final de la guerra, a la vez que se reconocían los Fueros Históricos de Navarra y el País Vasco. El pretendiente D. Carlos abandonó España rumbo al exilio francés, mientras que la mayor parte de la oficialidad carlista se integraba en el ejército de Isabel II y se promulgaba una amnistía, a la que no se acogió Cabrera.
Contexto Político y Social
Sin embargo, la guerra civil carlista no fue la expresión evidente de una Revolución Liberal antiabsolutista. El cambio de régimen político se fue realizando lentamente a lo largo de diferentes etapas y gobiernos, entre revueltas urbanas de diferente signo. La regente María Cristina, ante la necesidad de reformas que frenaran el avance carlista, sustituyó el gobierno absolutista moderado de Cea Bermúdez por el del liberal moderado Martínez de la Rosa, 1834-35, el cual intentó organizar un régimen seudo constitucional a través de la participación de una mínima parte de la sociedad. Sin embargo, el Estatuto Real era en realidad una Carta Otorgada, en la que no se reconocía la Soberanía nacional ni se reconocía la mayoría de los derechos individuales, lo que acarreó el rechazo frontal de los auténticos liberales, que vuelven a recurrir a la estrategia de los levantamientos populares en las ciudades y a los pronunciamientos