Reinado de Isabel II: Estabilidad Política, Modernización y Conflictos Sociales (1844-1868)
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El Reinado de Isabel II (1844-1868)
Las principales características fueron:
- Permanencia de un régimen de monarquía liberal de tendencia conservadora.
- Decantación por el modernismo.
- Presencia militar en los gobernantes del país.
- Partidos burgueses en la vida parlamentaria.
- Exclusión de la gran mayoría del país.
La Década Moderada (1845-1854)
Este periodo se caracteriza por cambios políticos constantes, con 16 gobiernos en 10 años y 70 ministros que alternaban en sus cargos. Se destaca la Constitución de 1845, de carácter conservador y vigente hasta 1869, que establecía:
- El poder legislativo reside en las Cortes con el Rey.
- Exclusividad de la religión católica.
- Senado con miembros vitalicios nombrados por la corona.
- Supresión de la Milicia Nacional.
- Alcaldes y presidentes eran elegidos por el Rey.
La Ley Electoral de 1846 estableció un sufragio censitario. Otros hitos importantes fueron la creación de la Guardia Civil en 1844, el Código Penal en 1851 que unificó la legislación, y el Concordato de 1851 que reguló las relaciones entre el Estado y Roma, muy deterioradas a consecuencia de las guerras carlistas. Isabel II se casó con su primo Francisco de Asís, hecho que marcó negativamente su carácter y su comportamiento político. Durante esta etapa se desarrolló la segunda guerra carlista (1846-1849).
El Bienio Progresista (1854-1856)
Comenzó con la Revolución de 1854, un golpe de Estado que triunfó gracias al apoyo popular. Los rebeldes publicaron el llamado Manifiesto de Manzanares, redactado por Antonio Cánovas del Castillo, que logró un respaldo masivo. La reina encargó un gobierno con O'Donnell como ministro de Guerra. Los progresistas, ahora en el poder, actuaron en defensa de los intereses de la burguesía urbana y las clases medias.
Se promulgaron importantes leyes como la Ley de Desamortización, desarrollada por Pascual Madoz en 1855, la Ley de Ferrocarriles de 1855, y la Ley de Sociedades Bancarias y Crediticias de 1856. El bienio progresista acabó fracasando por los conflictos sociales. Los enfrentamientos callejeros fueron especialmente graves en Barcelona, aunque también hubo incidentes en otras ciudades y en el campo castellano.