El Renacimiento en Italia y España: Arte del Cinquecento y Manierismo

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El Cinquecento: Características Generales

El marco artístico se traslada de Florencia a Roma. Además, surgirá una importante escuela pictórica en Venecia. La pintura se simplifica y clarifica, destacando más que en el siglo anterior el tema principal y dejando de lado lo secundario. Las figuras tienden a reflejar un mayor movimiento, hasta desembocar en el manierismo, donde esto se exagerará. Se llega a dominar perfectamente la perspectiva. Se da menos importancia a los fondos arquitectónicos, ya que no son necesarios para lograr la sensación de profundidad. Se realizan nuevos estudios sobre la luz para ablandar las formas y dar expresividad, como la técnica del “sfumato”.

Los Grandes Maestros del Siglo XVI

Leonardo da Vinci

Situado entre los siglos XV y XVI, Leonardo da Vinci es el mejor prototipo de artista completo del Renacimiento, por la gran variedad de actividades que desempeña. Como pintor e inventor, destaca especialmente en la pintura. Trabajará para diversas ciudades italianas (Milán, Mantua, Venecia, Roma), y acabará su vida en Francia. Se forma en el taller de Verrocchio, y en algunas de esas obras se aprecia ya su participación. Leonardo consideraba que la pintura no debía ser una imitación del natural en la que se aplicasen reglas estrictas, sino una actividad mental del natural, pero debiendo reinterpretarlo. Su forma de reinterpretar la naturaleza se basa en una nueva técnica de aplicar la línea, el color y la luz: el “sfumato”, una forma de difuminar los contornos de los objetos o de los personajes con la que se consigue que se fundan con el paisaje. Destaca el estudio de la anatomía y el cuerpo humano.

Realiza obras de juventud como La Anunciación, el Retrato de Ginebra de Benci (nueva tipología, al presentar la figura muy monumental, en primer plano y en posición de tres cuartos, con un foco de luz directo sobre el rostro, otro en la parte trasera, y los planos intermedios oscurecidos), San Jerónimo Penitente y La Adoración de los Magos.

Leonardo realiza algunas de sus mejores obras en su madurez, como La Virgen de las Rocas, en la que ya aparece plenamente definida su técnica del “sfumato”, y en la que destaca el magnífico estudio de paisaje, un paisaje fantástico e irreal que representa una cueva, posiblemente enlazando con el neoplatonismo (la teoría de la caverna de Platón).

La doble versión de La Virgen de las Rocas ha sido motivo de controversia entre los historiadores del arte. Ambas tienen una composición prácticamente idéntica, aunque hay diferencias de detalle (en la del Louvre, por ejemplo, el ángel señala al Niño; en la de la National Gallery, no). La de París es un poco más grande que la de Londres; ésta conserva el soporte de tabla original, mientras que aquella fue traspasada a lienzo. La pintura, en origen, debía ser la tabla central de un tríptico destinado a la iglesia de San Francisco el Grande de Milán. Sucesivos problemas de tipo legal hicieron que la entrega del encargo se retrasase casi 20 años. En ese lapso de tiempo, la primera pintura realizada (1483-1486) por Leonardo, que sería la de París, acabó en manos de la casa real francesa; se especula que el propio Leonardo se la pudo vender a Luís XII, o quizá que fue un regalo de bodas de los duques de Milán a Francisco I de Francia. Para cubrir el encargo original, Leonardo habría realizado la versión que se conserva en Londres, ya en los años iniciales del siglo XVI, y posiblemente contando con la ayuda de otros pintores.

Los personajes, en ambos casos, son la Virgen, el Niño Jesús, San Juan niño y el ángel Uriel. Se haría referencia a un episodio apócrifo de la infancia de Cristo, cuando San Juan, un huérfano que vive en una gruta protegido por un ángel, encuentra a la Sagrada Familia en su huida a Egipto.

Otra de sus obras maestras es La Última Cena. Este fresco es una obra maestra de composición y consecución del espacio tridimensional, y presenta la historia en un momento diferente al habitual: muestra a Cristo en el momento de anunciar la traición. Los apóstoles aparecen en grupos de tres y con gestos convulsos y revueltos. También realizó proyectos arquitectónicos que no se llegaron a construir, pero algunos serán importantes para la construcción del Vaticano. De este momento son algunos de sus escritos más importantes, como su Tratado de pintura. Colabora también en el libro La divina proporción de Paccioli. Vuelve a Florencia, donde realizará composiciones de gran calidad, como Santa Ana, la Virgen y el Niño, con nuevos experimentos compositivos (extremada monumentalidad de las figuras, como demuestra que Santa Ana no cabría en el cuadro si estuviese de pie). La obra, conservada en el Louvre, es, frente a las anteriores, una obra de madurez, ya que está datada entre 1510 y 1513, y quedó inconclusa (de hecho, el cordero fue realizado por otro pintor).

Aunque los Evangelios no mencionan a Santa Ana como madre de la Virgen, su culto se extendió en el siglo XV. El rostro con el que se la representa aquí guarda un gran parecido con el de La Gioconda, obra realizada en el mismo periodo.

Su famosísima Gioconda es el retrato más famoso de la historia. La fama de la obra, conservada en el Museo del Louvre, se debe tanto a su calidad como a ciertos misterios en torno a ella (la modelo ¿es realmente quien se supone? ¿sonríe o no?), así como al hecho de que ha sido copiada y parodiada en múltiples ocasiones. Es una obra enigmática y donde la técnica del “sfumato” llega a su máxima expresión. También realiza una obra mural desaparecida, La Batalla de Anghiari, pero se resquebrajó al poco tiempo porque el autor utilizó una nueva técnica, mezclando el fresco y el óleo.


En Roma realiza su última obra, el San Juan Bautista del Louvre.


La Última Cena: Esta pintura mural está situada en Milán. Fue pintada entre los años 1495 y 1497. Tiene unas dimensiones de más de nueve metros de ancho por algo más de cuatro de alto. La pintura se encuentra en un pésimo estado de conservación. La causa hay que buscarla en los nuevos métodos técnicos utilizados por Leonardo en la elaboración de esta pintura. El pintor desechó la tradicional técnica al fresco, ya que requería una gran rapidez en la ejecución de la obra que no permitía un estudio profundo de cada detalle, y experimentó una técnica de su invención en la que se mezclaban los métodos al óleo y al temple. En la pintura se representa la última cena de Jesús celebrada en compañía de sus discípulos. En el lado izquierdo: Bartolomé, Santiago el Menor y Andrés en el primer grupo; Judas, Pedro y Juan en el segundo grupo. En el centro: Jesús. En el lado derecho y de dentro hacia fuera, Tomás, Santiago el Mayor y Felipe en el primer grupo, y Mateo, Tadeo y Simón en el segundo. Leonardo ha renunciado a la convencional representación iconográfica de este tema por la pintura italiana del siglo XV. Cada apóstol está colocado uno al lado de otro, pero sin ningún contacto entre sí. Judas debía diferenciarse, apartándolo, de los otros apóstoles cercanos a Jesús, convirtiendo a Judas en el personaje principal, su figura, aislada.


Leonardo quiere centrar toda la atención del espectador en la figura de Jesús, diferenciándole del resto. A este interés se somete toda la composición de la pintura. La cabeza de Jesús se convierte en el vértice donde convergen todas las líneas que forman la pirámide visual.


Miguel Ángel

Miguel Ángel es otro gran prototipo de artista renacentista. Ejerció como pintor, escultor y arquitecto. Su pintura tiene por ello mucho de escultórico, por el predominio del dibujo sobre el color y su interés por los volúmenes, especialmente la musculatura. La restauración efectuada en la Capilla Sixtina sacó a la luz un colorido deslumbrante y muy brillante. De su juventud destaca el Tondo Doni. Se trata de un cuadro circular con una composición interna también circular (a través de las miradas y las formas de unirse los personajes). En 1508, el Papa Julio II le encarga su obra maestra: la bóveda de la Capilla Sixtina, en el Vaticano, obra grandiosa que pusiese de manifiesto el poderío de la Iglesia del siglo XVI.

La bóveda acoge en su parte central nueve escenas del Antiguo Testamento. Rodeando a las escenas impares, diez medallones acogen otras tantas escenas también bíblicas, de menor tamaño, y en los laterales de éstos aparecen retratos de profetas y sibilas. Otras representaciones aparecen en los lunetos, las pechinas y los triángulos que forman la base de la bóveda. Aparecen desnudos masculinos de carácter no religioso, que enlazan perfectamente con la tradición clásica. Todas las figuras son grandes, poderosas, fuertes, atléticas, muy expresivas, con la musculatura muy marcada, y la mayoría desnudas. El nuevo Papa, Pablo III, le encarga la decoración del lienzo frontal de la misma Capilla Sixtina. El tema elegido es el del Juicio Final. Se representa aquí al Dios de la Justicia, totalmente desnudo (las telas son añadidos posteriores), que aparece rodeado por una humanidad de gigantes aterrorizados por su presencia. El amor por el desnudo, el movimiento y las grandes formas que hacía acto de presencia en la bóveda llega aquí a su máxima expresión. Miguel Ángel se presenta como un artista mucho más dramático, violento y pesimista en este panel frontal que en la bóveda.

Los cambios estilísticos visibles en el Juicio Final con respecto a las pinturas de la bóveda hay que explicarlos no sólo por la propia evolución del artista, sino por el momento que atraviesa la Iglesia y la cultura. En 1527 se ha producido el saqueo de Roma por parte de las tropas imperiales, tras lo cual se hace patente el fracaso del ideal renacentista, al perderse las esperanzas de crear una sociedad más armónica. Además, la Iglesia Católica está sufriendo los ataques de la recién creada Iglesia Protestante.

Rafael

Rafael representa la perfección del clasicismo, mediante la plasmación de un mundo en maravillosa armonía. Autor con una gran capacidad de síntesis, recoge influencias de Leonardo (composiciones triangulares y “sfumato”) y de Miguel Ángel (grandiosidad de las figuras). Discípulo de Perugino, sus obras de juventud reflejan influencias de éste, su gusto por la simetría. Aquí hay que destacar Los desposorios de la Virgen. En 1504, aprende técnicas de Leonardo. Es la época de sus Madonnas, composiciones similares pero más suaves en sus formas y sus rasgos. Viaja a Roma, recibiendo el encargo de decorar varias salas del Vaticano. Recoge la influencia de Miguel Ángel. Las escenas que realiza son Encuentro del Papa León I con Atila, El incendio del Borgo (se representa un milagro atribuido al Papa León IV en el 847, quien habría dominado un incendio declarado en la ciudad haciendo la señal de la cruz desde un balcón de la basílica de San Pedro (la vieja basílica paleocristiana, al fondo). Destacan en la composición las figuras masculinas del extremo inferior izquierdo, con unas formas fuertes muy miguelangelescas. El hombre que lleva al anciano a hombros sería una recreación de Eneas salvando a su padre Anquises del incendio de Troya, recuperando así la tradición clásica de identificar a Roma con la nueva Troya.), La disputa del Sacramento, y La Escuela de Atenas, donde aparecen entremezclados personajes de la Antigüedad clásica y del Renacimiento. Rafael es un destacado retratista. Crea un tipo de retrato de tres cuartos que será el más difundido. Muy realista, busca captar la psicología, la vida interior del personaje. Ejemplo: Baltasar de Castiglione.

Situada en la Estancia de la Signatura, La Escuela de Atenas es la obra más conocida de su autor. La escena transcurre en un templo de inspiración romana, posiblemente siguiendo los proyectos de Bramante para la Basílica del Vaticano, enlazando con la idea del “Templo de la Filosofía”. Las figuras se sitúan en un graderío, formando diversos grupos presididos, en el centro de la escalinata, por Platón (con el rostro de Leonardo da Vinci), levantando el dedo hacia el cielo y sosteniendo el Timeo, y Aristóteles (con el rostro de Bramante), con la mano vuelta hacia el suelo y sosteniendo la Ética. Ambas figuras representan las dos corrientes filosóficas más destacadas del mundo clásico, el idealismo y el realismo. Ambos personajes dialogan y avanzan ante un grupo de figuras que forman un pasillo. A la izquierda encontramos a Sócrates conversando con un grupo de jóvenes; en primer plano aparece Zenón con un libro sostenido por un niño; sobre la escalinata se sitúa Heráclito, con el rostro de Miguel Ángel; a la derecha, Euclides junto a sus discípulos midiendo con un compás; Zoroastro y Ptolomeo con la esfera celeste y el globo terráqueo, respectivamente. En estas figuras se ha querido ver la representación del Trivium y el Quadrivium. Los diferentes grupos de personajes se sitúan de manera simétrica, dejando el espacio central vacío para destacar más a los protagonistas, que aparecen recortados ante un fondo celeste e iluminados por un potente foco de luz.

En las paredes del templo aparecen las estatuas de Apolo y Minerva.

La Pintura Manierista

Surge a partir de 1520, como reacción frente al clasicismo renacentista, y opone la exageración y el contraste. La perfección la habían alcanzado Miguel Ángel o Rafael. Sus seguidores buscan nuevos caminos, ya que no lograrán superarles, y elegirán acentuar la expresividad de las figuras mediante la exageración de algunos elementos. Los cuerpos humanos se alargan, distorsionan o quiebran. Exageran el colorido, la luz y los espacios, forzando las perspectivas. En los rostros se tiende a acentuar los sentimientos, de blanda dulzura o de agónico sufrimiento. Parmigianino, Giulio Romano, Correggio y Pontormo serían los principales representantes de la tendencia, en la que también se suele incluir a El Greco.

La Escuela Veneciana del Siglo XVI

Venecia, ciudad rica con manifestaciones artísticas importantes, había destacado en pintura en el siglo XV. En el XVI, vive su momento pictórico más importante, con tres grandes figuras: Tiziano, Tintoretto y El Veronés, precedidos en los inicios del siglo por Giorgione. La característica que más define a esta escuela es el uso de colores extremadamente brillantes y variados. Se refleja el ambiente de riqueza mediante la representación de palacios, fiestas, detalles lujosos. Es importante el desnudo, el paisaje y la representación en las obras de detalles secundarios que pueden llegar a distraer del tema principal.

Tiziano

Tiziano es la gran figura de la escuela. Realiza básicamente retratos y composiciones mitológicas, aunque también algunas composiciones religiosas. En sus retratos crea un nuevo tipo, el “retrato de aparato”. Sin abandonar la búsqueda de la psicología y el carácter del personaje, da mucha importancia al escenario, a los objetos que rodean la figura, el traje que porta, etc. Destacan los que realizó para la familia real española, como el de Carlos V en la batalla de Mühlberg, La Emperatriz Isabel de Portugal o Felipe II. Son muy interesantes los de jóvenes damas venecianas, bellas y ricamente vestidas y adornadas, el Retrato de Pablo III o su Autorretrato. Las composiciones mitológicas evocan la gracia de la Antigüedad y la pasión por ella. Sus obras son muy sensuales, coloristas, con variedad en la representación de las calidades, e impregnadas de una suave luz que integra todos los elementos del cuadro. La mayoría aparecen presididas por elegantes desnudos femeninos. Ejemplos: La bacanal, Amor sacro y Amor profano, Baco y Ariadna, Dánae y la lluvia de oro, Venus y el Amor, Venus de Urbino, etc. Tiziano abandonará la amabilidad de sus obras para hacer representaciones más dramáticas, con una nueva técnica que emplea: el pintar con los dedos (lo que le convierte en antecedente del impresionismo). Destaca su Tarquinio y Lucrecia.

El Veronés

El Veronés alcanza una mayor calidad en el tratamiento del color. Incorpora también toda la gama de los tonos fríos. Sus obras son grandes composiciones de tema religioso, que transcurren en un lujoso ambiente veneciano. Ejemplos: Moisés salvado de las aguas, Jesús en las bodas de Caná, Cristo en casa de Leví.

Tintoretto

Tintoretto es el más manierista de la escuela, y es el que recibe más influencias de Miguel Ángel. Combina la riqueza del color y textura de su escuela con las anatomías fuertes y las composiciones forzadas de aquel, creando además unas composiciones más complicadas en cuanto a su estructura. Destacan: La crucifixión y El lavatorio. La escena del lavatorio o lavado de los pies, narrada en el Evangelio de San Juan, es una de las que mejor ilustra una de las virtudes predicadas por Jesús, la humildad. Justo antes de iniciarse la última cena, Cristo se dispone a lavar los pies a Pedro; éste se niega, respondiéndole Jesús que no será uno de los suyos si no consiente: “...no es el siervo más que su amo...”. Tintoretto presenta la acción en el marco de una taberna; el tema principal aparece en primer plano pero en una esquina, mientras que el centro de la composición lo ocupan un perro y dos personajes que pelean por unos pantalones.

La Pintura Renacentista en España

En España se realiza una pintura básicamente religiosa, con autores como Juan de Juanes y Luis de Morales. Son importantes las figuras de los retratistas de Corte, como Juan Pantoja de la Cruz y Sánchez Coello. Pero todos quedan en un segundo plano ante El Greco. En pintura, los artistas españoles se dejan influir más por las formas italianas, aunque la calidad conseguida es menor. Los temas se centran en la religión y el retrato cortesano.

El Greco

Su origen griego y sus primeros años pasados allí marcan la primera de sus influencias pictóricas: todos sus personajes presentan caras ovaladas, ojos almendrados, manos elegantes y expresivas. De la escuela veneciana va a tomar el colorido fuerte, el gusto por los escorzos de Tintoretto y el gusto por las grandes composiciones al estilo de El Veronés. De Miguel Ángel, tomará las figuras grandes y fuertes. Vendrá a España para trabajar en El Escorial, pero la obra que presenta, el Martirio de San Mauricio, no es del agrado del rey, y el pintor se retira a Toledo. Su obra es profundamente religiosa, espiritual, casi mística, poética a veces, muy acorde con el espíritu de la Contrarreforma. Se centrará en la expresividad de rostros y manos. Sus figuras son alargadas, sinuosas, fuertes, presentadas muchas veces en escorzo, y con un brillante y muy matizado colorido. Suelen aparecer en las composiciones muchos personajes, muchos de ellos retratos de personajes reales de la época. Muchas de sus obras aparecen divididas en dos partes: una inferior, mostrando la escena terrenal a la que haga referencia el cuadro, y una superior, mostrando una escena celestial, como en El entierro del Conde de Orgaz. Otras obras destacadas son El expolio, La Anunciación, La purificación del templo, varios Crucificados, diversos retratos de Santos, Laoconte y sus hijos, y un gran número de retratos masculinos, como El caballero de la mano en el pecho, etc.

El entierro del Conde de Orgaz: Esta obra, con un magnífico trabajo de color y detallismo, hace referencia a una leyenda toledana según la cual, al fallecer el citado conde, y dada su vida ejemplar, dos Santos bajan del cielo a enterrarle, mientras el Cielo se abre para acoger el alma del difunto; este preciso instante es el que recoge la obra. Los caballeros que asisten al sepelio (una magnífica galería de retratos) miran asombrados hacia arriba, mientras un ángel se eleva llevando entre sus brazos el alma del fallecido. En la parte “celestial” de la obra destacan las figuras de la Virgen y Cristo, a quienes rodean toda una Corte de Santos. Destacar los brillantes colores (rojo, amarillo, azul) de las vestimentas. El ángel, de gran tamaño, que aparece uniendo la parte celestial y la terrenal porta en sus brazos el alma del difunto, con forma de bebé. Entre la Corte celestial destaca una figura que no pertenece a ese mundo: se trata del Rey Felipe II. Al otro lado, junto a la Virgen, un Santo ocupa un lugar destacado. Se trata de San Pedro, sucesor de Cristo y guardián de las llaves del cielo, que lleva en su mano derecha. Junto a San Esteban, dos monjes comentan el milagro que está teniendo lugar, mientras un niño, que con la mirada busca al espectador, señala la escena principal. Muchos de los asistentes al sepelio tienen el rostro de personajes reales contemporáneos a El Greco. Destacamos aquí el autorretrato del propio pintor.

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