Teatro español de posguerra: compromiso y realismo (1950-1960)

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El teatro de compromiso (1950-1960)

En la década de 1950, al igual que en la lírica y la novela, surge un teatro social y comprometido con los problemas del ser humano. Se pueden distinguir dos líneas principales: el posibilismo y el imposibilismo.

Antonio Buero Vallejo y el posibilismo

Antonio Buero Vallejo estrena Historia de una escalera en 1949. Desarrolla un teatro existencial, con un análisis de la tragedia social y moral del individuo. Sus personajes son complejos, evolutivos, y presentan taras físicas y psíquicas. Su estilo se caracteriza por el realismo simbólico. Buero Vallejo representa un teatro posibilista, donde la representación es lo que importa. Plantea un teatro crítico y arriesgado, pero que llega al público, como se ve en El tragaluz. También cultiva el drama histórico. En la década siguiente, desarrolla el teatro de inmersión, que introduce al espectador en la obra, observando desde dentro, desde el punto de vista de un personaje: se apagan las luces en obras de ciegos o una habitación de estudiantes se convierte en celda.

Alfonso Sastre y el imposibilismo

Alfonso Sastre escribe en 1953 Escuadra hacia la muerte, la rebelión de cinco soldados en misión suicida en una hipotética tercera guerra mundial. Usa el realismo sociopolítico para crear un teatro imposibilista. El autor debe describir lo que piensa y siente, aunque sea censurado. Sus obras examinan las relaciones del ser humano con la sociedad; es un teatro trágico, que incita a la protesta y el cambio social, como en La sangre y la ceniza.

El realismo de los años 60

Con Sastre se abre la vía al teatro realista de los años 60, con autores como Lauro Olmo (La camisa) y Rodríguez Méndez (Vagones de madera). Sus motivos centrales son la injusticia social y la explotación del hombre. Emplean un lenguaje barriobajero, directo, sin eufemismos, lejos del lenguaje pulcro de la comedia oficial.

El teatro poético

En el extremo opuesto, pero también como muestra de rechazo hacia la sociedad, se desarrolla el teatro poético, con obras llenas de simbolismo y lenguaje poético. Destacan:

  • Alejandro Casona: Dirigió el Teatro del Pueblo y se exilió tras la Guerra Civil. Desarrolla un teatro fantástico con el que crea una atmósfera mágica y onírica, como en La sirena varada. Nuestra dama de la tiza canta al amor y la comprensión como método de enseñanza para jóvenes; es un teatro pedagógico.
  • Antonio Gala: Cultiva todos los géneros, incluso el periodismo. Centra su obra en la frustración y la soledad, como en Los campos del Edén.

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