La Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo en el Nuevo Testamento

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El Dios Padre

La tradición nos ha transmitido el vocablo con el que Jesús se dirige siempre a Dios en su oración: **Abba** (Padre). Para comprender el sentido de la plegaria de Jesús hay que señalar que responde a una experiencia personal de cercanía e intimidad con Dios que él considera particular. Por esto llama a Dios su Padre. El término pertenece al vocabulario familiar para dirigirse al padre, y es totalmente innovador en la concepción religiosa del pueblo. Difícilmente se puede defender que Jesús se considere el **Hijo de Dios**, es decir, la segunda persona de la **Trinidad**. Esta interpretación vendrá dada por la reflexión postpascual y hallará apoyos en el Jesús histórico, pero no es retroproyectable a la conciencia que de sí mismo podía tener Jesús.

Jesús, el Hijo Enviado

Los evangelistas podrán identificar en muchas acciones del Jesús terreno la verdadera identidad divina de este; el Hijo se encarnó en Jesús. Esta **cristología** implícita hará que en los evangelios proyecten una conciencia sobre el ser de Jesús solo clara después de Pascua. Su predicación, en la que Jesús contrapone la palabra del **Antiguo Testamento** y la suya, como en el **Sermón del Monte**; sus actividades y comportamientos frente a las grandes instituciones, como el **Templo** o la **Ley**; o su invitación radical a seguirle como lugar donde se juega el futuro del hombre ante Dios, responden a recuerdos históricos de la vida de Jesús ahora vistos como manifestaciones de la divinidad de Jesús, de su ser hijo, ahora sí, en su esencia.

La Revelación del Espíritu Santo

La revelación del Dios según el **Nuevo Testamento** no concluye con el envío del Hijo ni tampoco con el triunfo de este en la resurrección. La revelación de Dios continúa y actualiza la obra de Jesús, es decir, nos hace hijos y hermanos. Por esto, la vinculación del **Espíritu** con la comunidad cristiana es objeto de envío. Si **Babel** había sido la gran confusión provocada por la soberbia del hombre, **Pentecostés** es el encuentro de la humanidad dispersa como acción gratuita de Dios. De nuevo es el Padre el que permite ser a los hombres hermanos.

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